sábado, 20 de abril de 2024

Alegría y pesar

Alegría y tristeza van de la mano: una se proyecta sobre el fondo de la otra, y una sucede a la otra, porque todo lo que baja llega un momento en que tiene que volver a subir, y al revés.
Precisamente así, con esa especie de trayecto ondulatorio, describía Spinoza nuestro estado anímico: cuando las cosas vienen a nuestro favor y nos afectan de un modo que aumenta nuestra potencia, el resultado es un estado de alegría; pero más tarde o más temprano la alegría llega a su límite o se agota, o nos cruzamos con algo que va contra nosotros: entonces el ánimo decae, y el resultado es la pesadumbre. 
Preferiríamos quedarnos solo con las alegrías, pero el mundo no está hecho de esa manera: no se puede tomar solo uno de sus lados, igual que el viejo koan nos recuerda que una sola mano no puede dar una palmada. La alegría se sostiene en la pena, cobra su naturaleza de alegría precisamente por contraste con el pesar que la precede y que le sigue. De hecho, con cada alegría viene un pesar, aunque solo sea el del temor a perderla. El budismo zen persigue liberarse de los sufrimientos alcanzando un estado mental que los vacíe de sentido, pero para ello, inevitablemente, tiene que vaciar de contenido también las alegrías. Es probable que tenga razón en considerar los afectos meras fantasías, pero hay que ser muy fuerte para renunciar a las ilusiones.

1 comentario:

  1. Pienso algo muy similar y es un tema donde se pueden decir, y descubrir, muchas cosas

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