domingo, 21 de agosto de 2022

Naturaleza inquietante

Como buen urbanita, acudo a la naturaleza buscando los ecos de ese estado primitivo en el que ya no me reconozco, y que asocio con la sencillez y la pureza. Lo natural me transmite una belleza cuajada de nostalgias: la añoranza de lo intacto, lo inocente, lo que aún no está ―del todo― humanizado.
Nuestros entornos cotidianos están diseñados a nuestra medida: en ellos no encontramos sino la reiteración infinita de nosotros mismos, como entre dos espejos enfrentados. Por eso nos vivifica asomarnos a territorios que no son más que lo que son, por sí mismos, gloriosamente al margen de nosotros. 
Pero esa misma cualidad de lo salvaje que nos cautiva, también nos hace temerlo. Los románticos llamaban sublime a ese asombro gozoso e inquietante. Algo nuestro se siente forastero en la naturaleza. Desde que fuimos expulsados del Edén, ya no podemos visitarlo como un hogar. De ahí la vaga aprensión que nos inspira la belleza de lo natural. Y al regresar a nuestras colmenas de mugre y hormigón, aunque lo hagamos a regañadientes, también sentimos el alivio de volver a casa. Evocaremos las cascadas, los bosques, las noches estrelladas; colgaremos fotos de paisajes con los que soñar. Apretujados, mientras, al calor de la lumbre.

4 comentarios:

  1. Es un tema interesante. El grado de artificialidad alcanzado es ya tan profundo en nosotros que, como muy bien dices, lo salvaje, caótico, "lo natural" nos seduce porque nos libera de nuestro mundo artificioso y super pautado.

    Pero hace tan solo unos 3 o 4 siglos, el sentir era completamente diferente: había sed de convertir lo brutal, salvaje e incognoscible en algo dominado, artificioso y civilizado ¡Algo regularizado! Así surgió la ciencia moderna misma por ejemplo, como reconoce Descartes -Una forma de dominar la salvaje naturaleza mediante la inteligencia.

    Por eso ser noble, en la antigüedad, consistía en ser civilizado: tener un comportamiento sumamente pautado, artificioso (con un montón de normativa de etiqueta). Eh aquí lo que separaba las clases sociales: las más bajas y asalvajadas de las más refinadas.

    A lo largo del s.XX, pero, parece que en muchos sentidos aquí hemos experimentado un cambio profundo: cada vez apreciamos más lo salvaje, lo no refinado, en fin, la mala educación. Sólo cabe apreciar el arte: cada vez más estridente, caótico, "natural"... ¿Nos estamos cansando de lo civilizado?

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  2. Ahora recuerdo algo curioso: las ruinas de Gobekli Tepi. Es algo que rompe con todos los esquemas arqueológicos hasta la fecha. Es decir, historiograficamente no deberían de existir tales asentamientos.

    Pues bien, estas excavaciones parecen echar por suelo la tesis marxista de que las condiciones materiales conllevan el desarrollo espiritual de una sociedad (sus valores, creencias, conocimientos, relaciones y roles sociales, etc). Las excavaciones parecen indicar que hace 12.000 años se produjo un cambio espiritual muy profundo el cual hizo posible, posteriormente, nuevas formas de desarrollos materiales (cultivo, asentamiento, artesanía, organización del trabajo, etc)

    Este cambio espiritual parece indicar que el ser humano de hace 12.000 dejó de ver y percibir a los animales, plantas y elementos físicos como seres brutales y a verlos como seres que él podía dominar, someter o controlar de algún modo. Es como si aquel ser humano antiguo percibiera, de golpe, que la naturaleza puede ser sometida, en vez de ver el ser humano como un ser fácilmente sometible a las fuerzas de la naturaleza.

    https://www.youtube.com/watch?v=dAM-qYWjTxY

    EN fin, que nuestra visión de las cosas afecta profundamente nuestra disposición vital.

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    1. Tus aportaciones son siempre sugerentes. Te agradezco en particular el documental sobre Göbekli Tepe. Sencillamente apasionante. Igual que las teorías que sugiere, aunque sobre ellas podríamos debatir largo y tendido. Un simple apunte: en Historia, como sin duda sabes -por cierto, ¿hay, como intuyo, una formación tras tus conocimientos históricos?-, las causas y las consecuencias se entrelazan y no suele apuntarse una linealidad estricta. ¿Lo material antes de lo espiritual, o al revés? Parece más probable que coevolucionen dentro de la cultura.

      Pero, más allá de este debate, quería centrarme aquí en tus propuestas sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza, que es el tema de la entrada. Yo quería resaltar la ambivalencia que inspira lo natural en nuestra consolidada identidad urbana: una nostalgia no exenta de inquietud. Tú profundizas el tema en varias direcciones: la inicial relación humana con la naturaleza como un territorio que conquistar; el vuelco que ha dado esa postura a raíz de un presente hipertecnológico que convierte a la naturaleza en una "víctima" a la que hay que proteger... de nosotros; o nuevas actitudes que puedan estar apuntando una especie de "regreso" o al menos añoranza de lo natural... Todos ellos aspectos candentes, que demuestran la complejidad de la cuestión central: nuestro vínculo con la naturaleza, poliédrico y cambiante. Un vínculo repleto de tensiones de cuya resolución depende, probablemente, la supervivencia de la naturaleza y de nosotros mismos como parte de ella.

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  3. Es que me ha dado para pensar bastantes cosas lo que escribiste ;)

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