sábado, 6 de abril de 2024

Gratitud y vínculo

¿Por qué somos agradecidos? La gratitud, al fin y al cabo, no parece conllevar ningún beneficio palpable. Sin embargo, si miramos con detalle es fácil encontrarle sentido, tanto individual como social.
La gratitud expresa afecto, pero también estipula un contrato simbólico de deuda. Una deuda ambigua, sin contenido concreto ni fecha determinada, pero no por ello menos firme. Do ut des: el principio del intercambio es implacable. Agradecer es una manera de encauzarlo, fijándolo y explicitándolo. Cuando damos las gracias estamos adelantando la devolución del favor, en cierto modo lo estamos restituyendo simbólicamente, a través de la expresión de una buena intención. Ese reconocimiento, además, confirma el acierto al ayudarnos: «La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores», sentenció La Rochefoucauld con su acostumbrada perspicacia. 
Para el benefactor, la gratitud es una declaración de valía que satisface su autoestima, y a la vez una certificación del contrato de deuda. Espere o no ser recompensado, la posibilidad queda en el aire. Las relaciones son intercambios, así que es bueno tener deudores. 
La sociedad lo refrenda: «Gracias y buen trato valen mucho y cuestan barato». Agradecer es prosocial: estrecha la red de vínculos que hace estable la tribu.

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