Los días pasan por sí mismos, con su avalancha de reclamos y su légamo de noches cansadas. Nos vamos haciendo viejos, celebró alguien cantándolo; y hay que celebrarlo, porque, como nos recordó Carmen Martín Gaite, lo raro es vivir.
Vivir es una arena extraña y gris, en la que a veces se descubren gemas asombrosas, o bien se abren socavones en los que uno podría precipitarse. Vivir es una efímera excepción en el silencio del universo, un destello que no iría más allá de sí mismo si no le pusiéramos voluntad y deseo. Es difícil, pero sobre todo cuando nos resistimos a admitirlo. La esperanza es triste, nos lo enseñó Spinoza y lo reitera Comte-Sponville; sin embargo, ¿cómo soportar la vida sin algún sueño señalando hacia el norte entre la niebla?
La tristeza es una debilidad, pero lo que nos hace más débiles es pretender erradicarla. No hay nada aquí, y el vacío de la tarde sosiega el alma abatida, y por un instante no hay pasado ni futuro, solo presencia; y entonces nos es dado reposar. Habrá más días, quizá muchos, y mañanas ajetreadas y tardes serenas. Algo de amor. Silencio. Y nada más.
Sí, vivimos de sueños. Por eso la modernidad nos ha arrollado con sus continuas revoluciones (novedades) en todos los ámbitos.
ResponderEliminar¡Cuánto de nosotros se pierde en esa precipitación! Ahora que estamos tan faltos de agua, viene muy a cuento aquel episodio en que el principito le dice al comerciante de pastillas para la sed: "Si tuviera una hora para hacer lo que quisiera, aprovecharía para ir andando tranquilamente hasta una fuente".
EliminarMe recuerda esa cita "voy despacio porque tengo prisa". jajaj
ResponderEliminarPero lo que comentaba era más bien lo que genera en nosotros la novedad: el efecto "ilusión". Y la modernidad ha vivido de generar estos efectos. Ahora tenemos el tema de la IA que genera este efecto ya casi cad mes.