Altruismos

Alguien nos ha hecho un regalo inesperado; siquiera una sonrisa, un gesto de buena voluntad. Alguien nos ha echado una mano cuando nos hacía falta. ¡Qué bálsamo para esa tensión que suele conllevar el desenvolvernos entre los demás! ¡Qué suerte, qué gozosa excepción! Podríamos ser enemigos, tal vez lo seamos en alguna dimensión paralela, pero sucede que no lo somos, al menos aquí y ahora..

Si nos ponemos estrictos, no tenemos más remedio que darle la razón a la implacable selección natural: prospera el que se adapta, luego hay que ver en el regalo o en el altruismo una inversión en el intercambio: hoy por ti, mañana por mí, esa «deuda social» de la que hablaba M. Mauss. Me parece estéril la diferenciación entre altruismo «puro» o «interesado»: todos son interesados, puesto que la realidad lo es, y, desde el punto de vista ético, ayudar porque nos hace sentir bien es hacerlo también esperando algo a cambio. 

No: el milagro es que procuremos ―o se nos dispensen― favores que no tengan un premio palpable e inmediato. El milagro es que alguien que podría habernos ignorado nos pregunte cómo nos encontramos hoy; que alguien que se compró un refresco nos haya traído otro. El milagro, la poesía, la bella extravagancia es siempre el amor, por impuro que resulte.