sábado, 17 de febrero de 2024

Incordios

Hay quien vive para incordiar, quien gana la atención de los demás haciéndoles la vida imposible, sorbiendo su tiempo y su energía, atrapándolos en una telaraña para ponerlos al servicio de su relato..
Nada garantiza más la atención —y la intención— que el hostigamiento: el favor puede pasar desapercibido, igual que no reparamos en la salud o en estar vivos; en cambio, no podemos dejar de atender a una piedra en el zapato. 
Hay gente que deja basura en puerta ajena para no tener que limpiar la propia. Las personas molestamos a los demás por tres motivos: por rencor, por aburrimiento o para echarles la culpa de nuestros propios problemas. Nada entretiene más que la zozobra de otros, nada nos hace sentirnos más valiosos que poner en la picota la valía del prójimo. Y nada nos distrae más de nuestras miserias que las miserias ajenas. 
Pero quien necesita incordiar para dotarse de sentido demuestra tener muy poca imaginación, y muy escasa personalidad. Carece de existencia propia, puesto que vive en otros y a través de otros: lo mismo da que sea de su bien o de su mal, no deja de adosárseles como un parásito. Deberíamos pensarlo antes de convertirnos en rémoras; podríamos dedicarnos a inventar, y que cada palo aguante su vela. Echar la culpa, lo denunciaban Nietzsche y Sartre, suele tener mucho de mala fe. 

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