miércoles, 28 de febrero de 2024

Rechazo y cohesión

El rechazo es un eficaz ardid para simplificar. Siempre se encuentran a mano argumentos convincentes para apartar a alguien: basta con reducirlo a sus defectos, o persistir en declararlo enemigo..
De ese modo, nos evitamos el arduo trabajo de asumir su complejidad… y la nuestra. El hecho de que él puede ser a la vez despreciable y amable; la incómoda verdad de que nosotros siempre podemos ser amados y despreciados. 
Kafka, con su habitual genialidad, bosqueja esa resistencia a la complejidad en una breve estampa. Hay un grupo de cinco personas; una mera yuxtaposición: habían coincidido casualmente. «Tampoco nos conocíamos». Aparece alguien, y entonces el grupo cierra filas frente al extraño: «lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto». ¿Cómo resolver la extrañeza con el menor riesgo posible? Con la coalición del rechazo: «Largas explicaciones implicarían ya una aceptación en nuestro círculo. Es preferible no explicar nada y no aceptarlo». 
El conflicto es más probable que la cohesión: ya se sabe que nada une más que un enemigo común. La extrañeza del extraño crea la familiaridad del grupo, que de otro modo quizá debería admitir las propias divergencias en su seno. Rechazar da muchas fuerzas a quienes no encuentran otra manera de estar juntos.

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