sábado, 23 de marzo de 2024

Excepciones

Somos animales normativos. Las normas son los límites que nos ponemos unos a otros para hacer viable la convivencia, los contratos en los que intentamos fijar unos intercambios razonablemente satisfactorios para todos. La regla es la templanza del fuerte y el amparo del débil, y ambas cosas nos hacen mejores.
Pero ningún reglamento puede promulgarse como absoluto, ni definitivo, ni incuestionable. La norma tiene que servirnos para cooperar, no para atraparnos; para crecer, no para someternos. Por eso las leyes no pueden estar nunca por encima de las personas. Por eso ninguna norma está completa sin su excepción. 
En la excepción se juega la verdadera valía de la norma, su capacidad de ajustarse a lo humano (porque así debe ser, y no al revés), su utilidad para beneficiar a todos, o a la mayoría protegiendo a la minoría. La excepción es la sinuosidad por la que la vida se cuela en la razón y en la voluntad humana; es la brisa que atenúa el poder, a veces ardiente, de los designios encontrados. La excepción es el remate de la regla, la prueba de que esta no ha llegado a sobreponerse a las personas, lo cual equivaldría a su definitivo fracaso; y que atañe a la realidad viva y no a la arbitrariedad rígida. Necesitamos normas justas porque son útiles, pero la verdadera justicia se juega en la excepción.

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