viernes, 12 de diciembre de 2025

Indignación

La indignación es una aliada imprescindible:
alerta de una infamia y predispone a hacerle frente. Pero la susceptibilidad desborda ese aviso hasta el estrépito. 

Conviene tomarla con cautela, sometiéndola al filtro del criterio. ¿Hasta qué punto es justa? ¿Cuáles son sus razones? Y, si las tiene, ¿cómo hacerlas valer? ¿De verdad merece que le rindamos el sosiego y el desvelo? 

La mayoría de las ofensas testimonian nuestra debilidad. Nos rebelamos contra ellas, ante todo, porque las tememos, y el miedo alimenta su poder sobre nosotros. Vale la pena calibrar el acierto de su escándalo. ¿Responde la in-dignación ante una amenaza a la dignidad, o más bien a un exceso de suspicacia? 

Quien me desprecia, ¿merece mi rabia, o que le devuelva el desprecio? Quien me humilla, ¿debería recibir a cambio mi venganza, o el diáfano distanciamiento de mi indiferencia? Y aun habiéndose ganado la rabia o la venganza, ¿merezco yo pagar el precio de esas inquietudes? Los estoicos opinaban que no; priorizaban la templanza, y aconsejaban: «Contente y abstente». No creo que se les pueda dar siempre la razón: la iniquidad reclama oposición, a veces incluso a riesgo de derrota. Pero lo que nos enseñan los estoicos es que no todas las guerras valen presentar batalla, y pocas veces los enemigos están a la altura de nuestra serenidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario