viernes, 5 de septiembre de 2025

Reciedumbre

Hay personas quebradizas como ramas secas, y otras recias como robles centenarios.
        

Personas que se doblan según de dónde sopla el cierzo, y otras que resisten firmes al vendaval anclando sus raíces en los peñascos, como elogia Costa i Llobera del pino de Formentor: «que cuando asaltan furiosos la ribera / los vientos y las olas con hórrido fragor, / entonces ríe y canta con la borrasca fiera…» 

Sí: algunos nacen bajo el signo de una estrella que los guía durante toda su vida, y no se desorientan con ningún otro designio. Pagarán puntualmente el precio por la realización de sus deseos, y, en lugar de arredrarse ante la adversidad, se crecerán frente a ella y encontrarán el modo de seguir: «Le encanta, y aun le sirve el trueno y torbellino / de gloria y de placer». 

No hace falta ponerse tan líricamente entusiasta como el poeta para admirar a la gente recia, la que forja y aguanta, la que apuntala e insiste. La entereza es una virtud porque cuesta: tal vez a unos más que a otros, pero al cabo a todos, incluso a los mejores. Nosotros, que no somos de los mejores, podemos aprender de ellos. Si nos falta coraje o ardor, tal vez podamos suplirlos con convicción y perseverancia. Los psicólogos lo llaman resiliencia, la capacidad de rehacerse; Spinoza habló de conatus; me gusta reciedumbre

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