¿Por qué elegimos a la gente? ¿Por qué les rechazamos? Nunca por una sola causa, aunque las hay que pesan más que otras.
Influye lo que nos dan y lo que nos piden. Influye el rol en el que se sitúan y en el que nos emplazan; y, entre ambos, la historia que empezaremos a escribir juntos. Cuidado con las historias que perseguimos: las hay que nos ofrecen la posibilidad de ser lo que ansiamos ser, y las que nos atrapan en lo que preferiríamos no ser; ambas nos atraen y nos desafían.
¿Qué buscamos en el acercamiento? Apoyo, compañía, oportunidad, diversión… Algo de ternura y reconocimiento, casi siempre. Cuando nos cuesta un poco le damos más valor: nos gusta conquistar, aunque pagaremos con más gusto lo que parezca gratuito. Preferimos que se nos dé sin pedir o que no se nos pida más de lo que ofrecemos. Preferimos, como dice Fromm, que se nos necesite porque se nos ama, no que se nos ame porque se nos necesita; ¿es eso posible?
El afecto guarda cláusulas ocultas, y no siempre nos complacen. El humor alivia el compromiso: la risa, con su ligereza, calma las inquietudes. La complicidad siempre une: sufrimientos, retos, enemigos… Pero mejor no dar muchas vueltas al afecto: por más que creamos elegir, suele ser la vida la que nos elige.
Es un gran tema. El relativismo lo trata de forma miope y superficial sentenciando "todo es cuestión de gustos". Pero el gusto, el afecto, el juicio estético y por tanto sensual es quid de la vida.
ResponderEliminarQue nos guste una cosa u otra, que nos desagrade y rechazamos algo, nos delata, es un síntoma de nuestro estado efectivo y por tanto vital. Un indicador. No hay que tomarlo, jamás, a la ligera.
Por cierto, el termo sofos, del cual Pitágoras, y luego Platón, elaboraron el término filósofo no significa simplemente tener conocimiento, sino que manifiesta un "tener buen juicio", un buen criterio ¡Ser sabio es tener buen gusto!
ResponderEliminarUna vida feliz es una vida bien conducida a través de buenas decisiones y por consiguiente, buen juicio.
Sí, supongo que sería absurdo pretender saber por qué nos gusta o nos disgusta algo. Cualquier explicación nos lleva a una nueva incertidumbre y, de todos modos, ¿serviría de algo? En los afectos no se trata de entender, sino de sentir. Pero luego hay que decidir, y es cuando interviene ese "buen juicio" del que hablas. O, mejor aún, ese "buen gusto" que, al menos en parte, nos toca forjar (también con disgusto).
ResponderEliminar¡Un gusto tus propuestas de debate!