sábado, 1 de marzo de 2025

Hambre de mito

Desde que los filósofos griegos desecharon el mito en aras de la razón, algo se quebró en nuestra armonía con el mundo.
La misma racionalidad que nos forja como rastreadores de la verdad, nos deja solos y desencantados.


En nosotros persiste un hambre de mito, grabada a fuego en las oscuras noches al amor de las hogueras, en las jornadas inciertas a través de una naturaleza transida de misterios apasionantes y crueles. La razón nos confiere una seguridad fría y metálica frente a un mundo cuyos mecanismos vamos desentrañando, pero al mismo tiempo nos separa de él y perfila un nuevo desamparo que los existencialistas llamaron absurdo

Algo en nosotros sigue anhelando sagas, fantasías, sucesos y seres extraordinarios. Algo no se sacia con pensar y reclama emocionarse. Seguimos rastreando retazos de los misterios eternos con nuestro afán por lo desconocido, nuestra pasión por el enigma adornada de mil presentimientos. 

Continuamos entreviendo la presencia, o al menos la fuerza de los antiguos dioses, a los que ahora concebimos con el aspecto de fuerzas extrañas o alienígenas, parientes de los ancestrales ángeles y demonios. Y aún concebimos la encarnación de lo divino en forma de superhéroes fantásticos o genios sobrehumanos: Supermán, Elvis o Hawking. El hambre de mito sigue intacta, solo ha cambiado el Olimpo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario