Personas que hacen la vida mejor

Hay personas que tienen el don de concitar bondad y optimismo a su alrededor. Son personas limpias como el agua clara de los arroyos, que parecen ir llevándose de sus orillas la frustración, la prevención, los resentimientos. A su lado, esas actitudes sombrías parecen no tener cabida ni resultar verosímiles, se diluyen como el limo al fondo del remanso.

Hay individuos que parecen heraldos de una alegría que mana de ellos como el agua fresca. Su canto luminoso nos serena, su transparencia nos devuelve nuestro mejor reflejo. Van por el mundo prodigando sonrisas y bienestares. Tendrán sus caídas y pesadumbres, pero saben sobreponerse a la facilidad de la tristeza —decía Jankélévitch—: inventar la alegría ya es una virtud. 

Quien tiene la suerte de cruzarse con alguna de esas personas no necesita descifrar su secreto, quizá fuera de nuestro alcance; le basta con dejarse curar por su presencia, venerarlas con su amistad y agradecer que tarden en marcharse. Aun así, nos intriga por qué no podemos ser como ellas. Yo creo que es que nos falta sencillez, buena voluntad y confianza, todo eso que les permite entregarse al mundo sin reticencia. Pero, sobre todo, no debe alcanzarnos el coraje para bregar con las propias sombras. Nos queda el recurso de imitarlas.