Ya lo decía Heráclito: el mundo avanza por confrontación. Sin el tirón de la necesidad o del deseo no saldríamos de casa. El camino tiene que estar plagado de dificultades o no sabríamos que lo estamos recorriendo. Los héroes necesitan antagonistas para hacer de héroes, y nosotros para hacernos humanos.
Los esfuerzos sirven para saber por qué vivimos. Necesitamos problemas y desafíos: por eso, cuando no los tenemos, los inventamos. Necesitamos creer que existe lo mejor, y que somos capaces de ir conquistándolo: en cada arribo concluye una historia. Ulises necesitó perderlo todo para volver a casa; pero cuando llegó y restauró el orden, ya no le quedó nada por hacer. Por eso hay que luchar, para sentirse vivo; por eso hay que sufrir, para saber por qué luchamos.
Creamos el futuro cuando concebimos lo que nos falta. Los deseos son las señales con las que iluminamos la oscuridad del porvenir y trazamos con ellas el camino. No podemos amar la carencia, pero quizá logremos intuir en su dolor los ecos del sentido. “Sentido” equivale a dirección, a tener adónde ir. Dotamos de sentido a nuestra vida contemplando esta sobrecogedora paradoja: nunca acabaremos de llegar, porque ya hemos llegado.
Dices "En realidad no falta nada, pero necesitamos creer que sí para tener algo que hacer". Es interesante, especialmente cuando uno se cuestiona: -¿Y como sabemos que en realidad no falta nada? ¿No será eso otra creencia más?-
ResponderEliminarhecho que nos lleva a tantear la siguiente duda: ¿Y no será el vivir más que un juego de creencias? Pero esto ya sería otra creencia más. Y así entramos en bucle...
Muy acertada tu observación, que me ha hecho ver lo arbitrario de mis afirmaciones. ¿Cómo voy a decir que no falta nada, si la vida consiste, precisamente, en que siempre falte algo? ¿Cómo voy a saltarme con esa insolencia la universalidad del dolor, el sufrimiento de tantas personas a las que les falta lo más elemental?
EliminarYo estaba intentando denunciar, inspirado por el budismo, la trampa en la que a menudo nos atrapan nuestros apegos, que siempre son inacabables por naturaleza, y relativizar la angustia en la que nos sume el círculo de los deseos. Dándole además un toque heraclitiano, con la perspectiva de que la vida consiste en una dialéctica permanente, un juego de opuestos que es, en definitiva, lo que la mantiene en movimiento. Por supuesto, todo son meros puntos de vista, simples creencias, puro bucle metafísico (parafraseando tu observación). Pero me parece una lúcida manera de encarar el tema del deseo y el dolor.
En cualquier caso, no me había expresado bien, así que he reescrito casi todo el tercer párrafo. ¡Gracias por la inspiración!
Los deseos son como niños pequeños... si son unos diablillos que molestan mucho, pero también son encantadores si uno sabe jugar con ellos
ResponderEliminarMe gusta la imagen, sobre todo en el detalle de "jugar" (en lugar de "detener", "racionalizar" o "controlar"), como un modo constructivo de relacionarse con los deseos/niños.
EliminarLos deseos pertenecen a ese núcleo primitivo y emocional que no atiende a razones, y que responde mejor a un suave estira y afloja que a la amenaza, la represión o los sermones moralistas. La verdadera ética, la del día a día, está hecha de seducción y afectos, más que de solemnes principios.
Spinoza lo sabía, aunque no lo resolvió por completo. Schopenhauer y Nietzsche se acercaron más. Pero, como sociedad, aún nos falta mucho por avanzar en esta cuestión tan importante.
Creo que Homero supo bastante sobre el tema
ResponderEliminar¿Podrías ponerme algún ejemplo de a qué te refieres? Te has ido casi al origen, y me interesa mucho.
EliminarBueno, Homero como gran y primero poeta de los griegos, fue uno de los creadores conceptuales de su mitología y por tanto, estableció las características principales de sus Dioses.
ResponderEliminarCuando lees la Ilíada u Odisea, por ejemplo, te das cuenta de que el genio griego trata los deseos humanos, a sí como las fuerzas de la naturaleza, como el caprichoso (juego) de los Dioses, que en el fondo se comportan como niños adultos.
Siempre me ha parecido curioso ver como los personajes, acaso Ulises mismo, intenta sacar tajada de los Dioses para que sus propios deseos prosperen (llegar a Ítaca); se alinea y obedece a unos, se aparta y teme a otros; engaña, miente, transgrede como lo hacen los niños. A veces con suma inocencia se deja llevar por los deseos contrarios de los Dioses, como quien se deja arrastrar por un sueño, y si bien estos lo llevan lejos de los suyos propios, desesperándole, por otra parte aún sigue guardando a escondidas sus esperanzas, que a la mínima vuelve a avivar.
Luego está la imagen que da Heráclito del Alma: un fuego. Algo en constante cambio, que crece y lo abrasa todo, o disminuye y parece consumirse a sí mismo, para luego volver alzarse en llamas a la mínimo oportunidad.
Bonita semblanza de la aventura psicológica de Ulises. Ahora entiendo mejor a qué te referías. Sí, por lo que se refiere al alma humana, Homero es primordial e inagotable, siempre se puede volver a él. Gracias por la referencia.
EliminarDesaparecido el gran José Luis Balbín y La Clave, nos quedamos sin opción de buenos debates en televisión.
ResponderEliminarGracias a vosotros, aún queda algo de aquello. Al leeros, me lo recuerda. Muchas gracias.