martes, 9 de abril de 2024

Ambición

La ambición es uno de esos lujos, como los llama José A. Marina, que nos diferencian del resto de animales y, de hecho, parecen ir contra la propia evolución. Tiene que ver con la inagotabilidad del deseo (no de la necesidad), con el impulso de querer siempre más, aunque no haga falta.
Ultreia et suseia, proclamaban los peregrinos a Santiago: más lejos, más arriba. En meditación se dice a veces: «Cuando llegues a la cima, sigue subiendo». Para el ser humano, cada llegada es un punto de partida, cada estación prepara un nuevo reto. Así es nuestra suerte: estar siempre en camino. 
Y por eso no podemos ser nunca completamente felices. Una felicidad acabada nos disolvería. Siempre tiene que quedar algo por hacer. Incluso si, como Epicuro, nos conformamos con lo que la vida nos trae, tenemos que seguir acariciando algún sueño, aunque sea en lo más profundo de la noche. Para caminar tiene que haber algún sitio al que llegar. Es la gran lección de todas las peregrinaciones y de todas las odiseas. 
Somos ambiciosos: ansiamos llegar más lejos y más arriba. La autoestima, por su parte, suele pedir alguna aventura que nos haga sentir héroes. La ambición es un don mientras sirve de acicate, sin perder el norte de las prioridades (las personas son la prioridad) ni el camino medio de la prudencia aristotélica.

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