Retahíla primera


CONSEJOS. Me pide consejo. Se lo doy. Parece convencida, me parezco convincente. Luego me entero de que no me ha hecho caso. ¿Para qué quería el consejo? Para ver claro lo que no tenía que hacer.

ERROR. Una y otra vez caigo en el mismo error. Debo admitir que ese error, tan constante y fiel, me define más que ningún acierto ocasional.

PRISA. La belleza es una relación entre un objeto y un sujeto que goza de aquel. Germina, por tanto, en la atención, que es la presencia en el tiempo. Cada vez que pasamos corriendo junto a la belleza la desvirtuamos un poco, en tanto objeto, y nos disminuimos nosotros, en tanto que sujetos. La prisa es uno de los mecanismos con que la productividad nos escatima la belleza.

SUPOSICIÓN. La convicción más firmemente argumentada consiste en suposiciones que se basan en otras suposiciones. Cuanto más convencido se está de algo, más urgente resulta preguntar.

JERARQUÍA Y DIGNIDAD. En el ser humano, lo único que justifica la existencia de jerarquías es la consideración pragmática de un funcionamiento armónico de la actividad colectiva. Fuera de la eficacia colaborativa, las jerarquías no tienen el menor fundamento. E incluso desde lo pragmático no resulta aceptable una jerarquía que no salvaguarda, ante todo, la dignidad de cada miembro del equipo. La dificultad de este último aspecto queda evidenciada por el hecho de que, en los grupos, la jerarquía se perfila a menudo antes que la dignidad, y casi siempre de un modo más nítido. Somos más primitivos de lo que nos gustaría creer.

ETERNIDAD: Toda duración es una prórroga, pues no hay más destino que el fin. Todo en el ser fluye hacia el dejar de ser. ¿Tiene la nada, entonces, más consistencia ontológica que el ser? En otras palabras: ¿resultará que la nada, paradójicamente, posee más ser que el algo? Parece que así es, pero solo si tenemos en cuenta el tiempo. Sin tiempo, el punto infinitesimal del ser lo ocupa todo, ocupa el todo de su infinitesimalidad. Luego hay un lugar, por ínfimo que sea, en que la duración es eterna. La eternidad existe, pero dura un instante.

A TRAVÉS DEL DOLOR: Lo mismo que te dejó herido te entregó insospechadas felicidades. ¿Acaso habría de contar más el dolor que el gozo, solo porque dura más y va contra nosotros? Ver la alegría a través del dolor: eso es un alma enamorada.

QUEDA LA RISA. Y, al final, queda la risa. La risa tierna, cansada, afable del que ya no espera. Esa risa es como una ataraxia a la inversa, pues no se basa en la resignación, sino en el perdón y el cariño, en una alegría de fondo al descubrir que lo que nos angustiaba no era para tanto. Don de la edad.

LO QUE VALE. ¡Qué fácil es juzgar cuando uno no está comprometido, cuando las cosas no dependen de uno! Tener obligaciones es la mejor manera de aprender lo que cuestan y lo que valen.

POR HACER. Afrontar lo difícil y lo ingrato es siempre un reto; hacerlo demasiado es puro masoquismo. Estar fuera de lugar puede ser una aventura ; en demasía, resulta una estupidez. Bastante complicada es la vida para desperdiciar fuerzas en quien nos disgusta; demasiado corta para perder el tiempo con los que no nos quieren.
Elige las tareas que te acercan a ti mismo, que te ayudan a hacerte mejor y a dar lo mejor. Las otras, por mucho que quieran imponértelas, por tentado que te veas a su aparente atracción, déjalas pasar. Regálaselas a quien las quiera. Hay demasiado que hacer bien para pelearnos con lo que no nos corresponde. 

MORIR. Hay en la muerte, al menos, un detalle compasivo. La muerte nos libra de tener que morir: solo se muere una vez.

MENTIRAS. Todos mentimos. Pero eso no implica que todas las mentiras -ni todos los mentirosos- sean iguales, ni que tengan el mismo valor. Hay mentiras que solo defienden y otras con intención de atacar. Hay mentiras que engrasan la máquina social y, en definitiva, la hacen viable, beneficiando de algún modo a todos; y otras, en cambio, que solo destruyen y entorpecen, o sirven a un único interés. Hay mentiras graves y otras casi inocentes; mentiras afables y otras malvadas; mentiras que insinúan la verdad y otras que la desvirtúan.

SINCERIDAD. La sinceridad nos parece una virtud porque es escasa y difícil. En realidad, como concluía Spinoza al final de su ética, "lo excelso es tan difícil como raro". Lo admirable reside en su dificultad.

LOCURAS. Hacer locuras para conservar la cordura. De vez en cuando hay que abrir un poco la espita y lanzarle un buen corte de mangas al mundo desquiciado que nos atormenta y amenaza con aplastarnos.

AMOR BATALLA. El amor es batalla, porque es el lenguaje de la vida. No queremos descansar mucho tiempo, no queremos gozar mucho tiempo: queremos sentir el latido acelerado, el dulce temor, la ardorosa nostalgia. Buscamos el amor para luchar, para sufrir, para cumplir nuestro destino de humanos. Amar es pedir una nueva oportunidad para sentirnos conquistadores y triunfantes, aunque haya que pagarlo con angustias y amarguras. 

DEFENDER LA ALEGRÍA. "Defender la alegría… también de la alegría". Sutil, acertadísimo Serrat. La alegría muere en cuanto la convertimos en un deseo deliberado, en cuanto nos obsesionamos con ella y nos apegamos a ella. La alegría tiene que correr como el agua fresca, es el puro devenir de la vida: si pretendemos detenerlo, lo perdemos. Así que hay que defender la alegría de nuestra pretensión de aferrarnos a ella y retenerla.

FELICIDAD¿Hay que conquistar la felicidad? Más bien hay que conquistar la actitud de estar permanentemente conquistándola. Porque eso es la felicidad.
La desdicha es un enclave. La dicha es un camino, o, más bien, un caminar. En la desdicha se está, por eso nos pesa tanto. Por la alegría se pasa, por eso es tan escurridiza.

¿DE QUÉ NOS ENAMORAMOS? Rara vez amamos a las personas, más bien nos enamoramos de nuestros propios sueños, que ponemos en ellas como una despótica esperanza de dulzuras celestiales. Por eso no elegimos a los mejores, sino a quienes mejor se avienen a nuestras expectativas, o, como decía Schopenhauer, a la Voluntad de vivir.

ENTEREZA. La renuncia es una amargura que nos hace sentir fuertes, una especie de gimnasia de la voluntad. Disfrutar del éxito es fácil, asumir el fracaso y aun así levantar cabeza  requiere lucidez y entereza. Eso hace pensar que hay dos tipos de felicidad: la de la entrega y la de la fuerza. La primera es más llamativa y colorista, pero la segunda es más robusta y seguramente nos hace más resistentes frente a los avatares de la vida.

HABLAR. Hablar tiene un efecto simbólico de recuperación de control: el control de la atención de la tribu, que nos escucha y nos apoya. Hablamos, sobre todo, para estar juntos, o, como dijo aquel, para sentir que no estamos solos.

MENTIRAS VERDADERAS. No necesitamos una verdad constante para confiar. Una verdad así, de hecho, quizá ni siquiera resulte soportable. Demasiado fría, demasiado inhumana. Nos basta con que las mentiras (o las verdades a medias) sean sinceras, transparentes, previsibles; que se ciñan al guion pactado, que no nos quieran mal. Que se vean venir y no nos confundan. Hay algo entrañable, doméstico, querible en las mentiras verdaderas. Este es uno de los principales reproches que merece Kant.

LABERINTOS DE EMOCIÓNHay laberintos de la emoción que no parecen tener salida. Entonces, quizá lo mejor sea sentarnos y confiar en que el laberinto se desmorone de pura erosión. El tiempo, como decía Miguel Hernández, se pondrá amarillo en nuestra fotografía: triste nostalgia para el que se aferra, esperanza para el cautivo.

SENTIDODejar de vivir es casi lo mismo que no haber vivido. En esa ínfima diferencia reside todo el sentido, o todo el absurdo, de la existencia.

DIÁLOGO. El diálogo es un hecho social por antonomasia: construye socialmente la convicción, socializa la reflexión. Pensamos hablando: el pensamiento es un diálogo con nosotros mismos, o con figuras internas; es, pues, una interiorización del diálogo social. Filosofía como debate (diálogo polémico): Sócrates.
Conversamos ante todo para no sentirnos solos. Quizá por eso suele preferirse que se nos escuche a escuchar. Tal vez, entonces, el silencio sea a veces un tipo de coraje, aunque cueste distinguirlo del que simplemente está vacío.

CEDER. Ceder no tiene por qué equivaler siempre a perder: a veces es la única manera de ganar.

RENCOR. Nietzsche tenía razón: el rencor es el poder de los débiles. Pero, cuando uno es débil, quizá sea el único poder que le queda. 

HIJOSTenemos hijos para saber por qué valdría la pena morir; o sea, por qué vale la pena vivir.

RECUERDO. Y si el tiempo negara la presencia, que la ausencia no nos niegue el recuerdo. Los que nos quieren durarán poco, o durará poco su nostalgia. Pero quizá incluso el relámpago luzca un destello de eternidad.

DISCIPLINA. La disciplina nos hace fuertes, porque nos acostumbra a lo difícil. También la pereza es un hábito.

CAUTELA. Juzgar requiere simplificar. De lo contrario, sería imposible llegar nunca a una conclusión. Pero eso da la medida de la endeblez de nuestras conclusiones.

NUNCA ES POCO. Hay quien no se resigna a renunciar a los sueños locos, quizá porque no sabe amar la realidad. Una pena, ya que esta es lo único que tenemos; y aun a costa de perderla a cada instante. Nada puede suceder fuera de ella: es la dueña y señora de nuestro destino, la que marca su anchura y le impone sus fronteras. Amarla es amar la vida, y esto es la mayor felicidad que se nos concede; lo contrario es el limbo de una desdicha plagada de tristezas y sobresaltos. Dichoso el que sabe a qué atenerse y lo valora no como un impedimento -centrándose en el defecto-, sino como una suerte -ya que lo que tenemos nunca es poco-.

VIRTUDLa satisfacción de cumplir lo debido es más tenue y menos inmediata que las mieles del placer, pero deja un poso cuya luz puede alumbrar toda la vida. El placer rutilante, en cambio, estalla violentamente, pero se consume deprisa.

DERROTA. Hay una dulce blandura en la resignación y la derrota.

INTERCAMBIO. Lenguaje del poder (que impone), del deseo (que reclama), de la ternura (que entrega). Tres escalones evolutivos en el intercambio humano.
El poder es el más directo; el reclamo, el más perentorio; la ternura, el que llega más hondo y se instala en el tiempo.

MENTIRAS. Nuestras principales mentiras no son las que contamos, sino las que actuamos. Con ellas no solo mentimos a los demás, sino que sobre todo nos mentimos a nosotros mismos.

SIMBOLISMO. Vivimos en un universo simbólico, en el que cada cosa no es lo que es, sino lo que representa, lo que significa.

DESTACAR. Queremos y tememos destacar. Y acertamos en las dos cosas.

AMAR Y SUFRIR. La gente es alegría y fastidio. En la tribu se fraguan las glorias y las decepciones, las alegrías y las batallas. Todas ellas dan contenido a nuestra vida y nos salvan de la soledad y del aburrimiento, nos apoyan y nos acompañan; pero también nos contradicen con su resistencia, nos requieren con sus anhelos y nos atormentan con sus caprichos y sus manejos. Así que hay que disfrutar y soportar, amar y sufrir.

RABIA. Quizá nos enfademos para no ceder a una tristeza que nos hundiría.
Quizá si no nos mordiéramos los nudillos nos consumiría aquel otro dolor que roe desde dentro.
Quizá necesitemos sentir nuestra fuerza, aunque sea contra nosotros mismos, para que no nos pueda la debilidad.
Todo es siempre extraño y doloroso: lo que tenemos y lo que nos falta.
Podría serlo más, pero, ¿de verdad nos alivia esa reflexión?

DESEOS ENEMIGOS. ¿No se cumplió tu deseo? Tuviste suerte. Esta vez te libraste de ser patético.
No todos los deseos son amigos, ni quieren nuestro bien. Hay deseos que embisten como toros heridos. Mejor apartarse a su paso.

SOLEDAD. La soledad es como los riachuelos de las serranías: se pasan décadas casi secos, fluyendo mansos sin un sobresalto, y un buen día se desata un aguacero bíblico que en pocos minutos los esparce en estampida por los valles, arrasándolo todo y trastocando la orografía.
Hay que temer a esa soledad desbordada y enloquecida, como hay que temer a todo lo que nos posee y nos puede.

QUERER Y SUFRIRLa parte de nosotros que quiere es la misma que sufre.

ESFUERZO. No te quejes porque se te pida esfuerzo… A todos se les pide, y a otros más que a ti.

PRESENCIA. Todo está aquí: pensar es, en cierto modo, una forma de ausentarse, de replegarse en la mente. A menudo, la mente es un exceso. Regresemos a la simple, leal realidad. Silencio.

VALOR PRUDENTE. Se ha dicho de sobras pero hay que repetirlo: la valentía sin prudencia es temeridad, o sea, un defecto sin apenas trazas de virtud. También se puede hallar coraje en ciertos despotismos, en riesgos inútiles, en victorias pírricas, en embestidas insensatas: que nada de eso hace mejor al sujeto es evidente, pero, ¿hace mejor el mundo? Hay que ser exigente con la furia, no vaya a resultar saña.

EXCESOS. La vida es un exceso. Saberlo es un exceso mayor. Procuremos que lo excesivo no convierta el sainete en mascarada.

PROYECCIONESEs probable que nuestras antipatías nos digan mucho de nuestras limitaciones para amar. Cargamos a los demás con los pesos que no nos sentimos capaces de llevar a nuestra espalda. Ese que nos parece petulante, ¿no estará devolviéndonos el burdo reflejo de nuestra arrogancia? Ese que nos resulta anodino, ¿no denunciará nuestro temor a serlo? Cuando nos burlamos de alguien, ¿no estaremos esquivando la burla que creemos merecer?

REÍRSE DE UNO MISMOCada día estoy más convencido de que, donde no llega el amor, el humor puede consolarnos. Quien se ríe de sí mismo ya ha dado un paso hacia la lucidez. En cambio, reírse de otros, cuando se hace sin compasión, solo ahonda nuestra crueldad, que es la culminación de la miseria.


DERROTAS. También hay que caminar con las derrotas, pero no para que nos humillen, sino para que su dolor nos sirva de acicate. Eso es lo que quería decir Nietzsche con aquello de "lo que no me mata me hace más fuerte".

PROBLEMAS. Estamos hechos para afrontar contratiempos, para volar contra el viento, para empuñar la espada y trabajar por entender y transformar. Si no tenemos problemas, o los creamos o somos infelices. La vida solo adquiere sentido frente a un antagonista digno.

IRRISORIO YO. De acuerdo, lucha por el Yo. Pero no olvides que es un juego. Que resulte irrisorio es solo cuestión de tiempo. En cuanto a la eternidad del ahora, si de verdad la tuvieras en cuenta no te importaría tu Yo.

INSTANTECada instante es un regalo. Podríamos no estar.


INTENSIDAD. Nuestra vida es fútil solo cuando le pedimos que dure. ¿Qué diferencia hay entre la eternidad y un solo instante? ¿No tiene cada momento una profundidad infinita? Sumidos en el instante -¿para qué una infinitud extensa, si disponemos de esa infinitud intensa?-, somos inmortales. ¿Somos? Noto una presencia, pero no sé quién es.

MUERTE. No temas a la muerte. Si el tiempo es una línea, hay un lugar en el que ya ha sucedido.

MENTIRAS HERMOSAS. Las mentiras hermosas tienen algo de benévolo y compasivo. Deberían contar con un salvoconducto moral. Tal vez no deban disculparse, pero habría que admitirlas como imprescindibles. No hacen la vida mejor, pero le confieren un aspecto brillante y llevadero, como el vino.

DESCANSOHay una cierta libertad que consiste en librarse de la voluntad, es decir, de nosotros mismos. Hay también libertad en dejar de desear, en dejar de pretender, en la mera renuncia, incluso a elegir. Porque la libertad no es fácil. Sartre supo ver esa paradoja de la libertad en la que estamos atrapados: "Lo que no se puede hacer es no elegir". Cierto. Pero se puede elegir no elegir, se puede elegir someterse a algo. En esa interrupción, o en esa fantasía de interrupción, se halla un cierto descanso.

RAÍCES EN EL MUNDO. Las personas tendentes a la introversión cultivamos a menudo jardines interiores en los que solemos ausentarnos. Nuestros vínculos son poco consistentes, nuestras raíces en el mundo son raquíticas. Muchas veces estamos tan absorbidos en nuestros ensueños que corremos el peligro de que nos arrastre la menor ráfaga de viento, o de caer, como le pasó al filósofo abstraído, en un agujero del camino.

TOMA LO TUYO. El que no se procura lo que le corresponde, acaba por hurtar lo que no es suyo.

VULNERABILIDADA veces nos creemos muy fuertes, seguros de estar a salvo, de tener superadas las más temibles inquietudes. Y, sin embargo, todo pende de un hilo, basta con atravesar una mala racha que nos debilite, basta con que se junten unos cuantos contratiempos que nos sobrecarguen… Y uno entonces se da cuenta de que podría tomar la determinación de acabar ahora mismo, uno se descubre fantaseando con provocar el final, uno comprende que las ganas y los vínculos son frágiles, que todo podría acabar en cualquier momento…

LA CERTEZA DEL DOLOR. A veces nos empeñamos en sufrir porque el sufrimiento es nuestra única certeza. El dolor jamás nos fallará. Tal vez temamos más la incertidumbre que el sufrimiento. Por eso volvemos a él en los momentos de confusión y desorientación, cuando todo parece demasiado difícil y es como si el suelo faltara bajo nuestros pies.

PERSEVERANCIA. La flor de la voluntad.

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