Lecturas A-F

 AITMÁTOV, Chinguiz 
                                                                                                                                                                                                     
El primer maestro
No conozco apenas a este escritor. Nació en el Kirguistán soviético, su obra es bastante reconocida, se implicó políticamente en la URSS y supo sobrevivir a su caída. Este relato sucinto, ráfaga de aire fresco en su contenido íntimo, cobra sentido en el contexto de la construcción del Estado soviético, y aún está impregnado del aire de esperanza en un futuro luminoso que, de forma más o menos sincera, debió animar el proyecto revolucionario.
    Es ese contexto, Duishén, un joven campesino elemental e idealista, se empeña en abrir una escuela en una recóndita aldea kirguí. Para hacerlo tiene que enfrentarse a la incomprensión de sus vecinos, que asisten asombrados y escépticos a su extravagante pretensión. Son tiempos difíciles en los que prima la supervivencia, pero Duishén está convencido de que el conocimiento es un arma cargada de futuro.
El primer maestro fascinará a la huérfana Altinái, que, con el aire idealizado que nos imprimen los ojos de la pubertad, narrará las peripecias y los apuros (a veces realmente amargos) de la aventura, pero sobre todo nos hará sentir la admiración que le inspira su mentor. Admiración que el tiempo convertirá en un amor tan excelso como imposible.
    Aitmátov nos envuelve en el embeleso de Altinái, con la veracidad de su sencilla historia de gente sencilla, rebosante de poesía y sentimiento. ¿Cómo no conmoverse con el motivo de los dos álamos, que plantaron la muchacha y el maestro, y que aún hoy presiden el cerro que domina el pueblecito? En ese símbolo se resume una historia con la que no podemos evitar identificarnos, porque podría ser la nuestra. 

ALDECOA, Ignacio 
                                                                                                                                                                                                       
El corazón y otros frutos amargos
Todo buen cuento no solo nos entretiene con su argumento, sino que sugiere una historia mucho más vasta, quizá inabarcable, que discurre tras él. Todo buen cuento tiene algo de mito, algo que roza el misterio.
    Los cuentos de Aldecoa son poderosos nudos de significantes, pródigos evocadores de significados. Bajo una apariencia de retrato naturalista, de mera representación esquemática de un fragmento de realidad, se desbordan de sí mismos y se pierden en las penumbras del tiempo y del espacio. La ruda vida de los jornaleros errantes hace sitio a los desengaños del corazón; la mísera existencia de un niño de la calle en el Madrid de Posguerra se convierte en un canto a la libertad. 
    Con estas trazas, Aldecoa llega mucho más allá del mero testimonio social, y, a través de su estilo austero y despojado, atrapa para nosotros guedejas candentes de poesía. Hay que leerlo con cuidado: el mundo después ya no será igual.




AYALA, Francisco
                                                                                                                                                                                                     
El hechizado / San Juan de Dios
Ayala acomete en estos dos relatos la fabulación, entre la verdad y la ficción, de dos instantes de la historia de España, dos breves vistazos a modo de retrato al vuelo, en los que un acontecimiento minúsculo adquiere la densidad de una narración completa.
    La prosa, aunque florida y arcaizante, para trasladarnos con su magia a la época, no se aleja demasiado ni incurre en excesos. La cadencia es ágil y profundamente poética, y frente a la intensidad del sentimiento retrocede la importancia de los argumentos: El hechizado es, naturalmente, el rey Carlos II, al cual nos aproximamos con el borgiano juego de la reseña de un imaginario escrito autobiográfico, redactado por un indiano que se allega a la Corte con la única pretensión de besar las manos al rey; la escena final, en la que el protagonista se acerca a solas un instante al real despojo humano, es de un patetismo inigualable.
    En San Juan de Dios se nos relata, más que la vida del santo, la malograda historia de un amor triangular, que enfrenta a dos primos enamorados de la misma mujer: el drama consiste en que la lucha misma hace el amor imposible, y los enemigos solo recobran la paz en la comunidad del santo (historia también de resonancias borgianas). Conmovedora, y, afortunadamente, nada moralista: juego literario para disfrutarlo. 

BAROJA, Pío 
                                                                                                                                                                                                     
El árbol de la ciencia
Releo El árbol de la ciencia por el gusto de retomar ese discurso austero, esquemático, un poco agrio, del viejo Baroja. Me llama la atención sobre todo el esfuerzo del protagonista por crear un proyecto digno a contracorriente de un entorno caótico y mezquino. Andrés Hurtado se esfuerza a solas, y a veces contra el mundo que le rodea, por crear una vida hermosa, impregnada de valor. 
    Lo hace, eso sí, sin demasiada esperanza, y al final sucumbe. "Tenía algo de precursor", dice de él en el epílogo el único que le conocía y merecía su respeto, su tío Iturrioz: ¿precursor de quién? ¿Tal vez de un futuro más brillante para el país o la especie? Hurtado me ha parecido, como siempre, admirable en su lucha, pero también algo patético en su fracaso. Si no hubiese exigido tanto, si hubiera aprendido a ceder un poco, tal vez habría vislumbrado, en su rosario de seres miserables, un esfuerzo similar al suyo por dotarse de dignidad.
    Nadie tan nietzscheano en nuestra literatura como Baroja. Si bien sus obras resultan mosaicos humanos de gran interés naturalista, predomina siempre por debajo el tono continuo de la trayectoria vital de un protagonista que se enfrenta solo al mundo y a la vida, oscilando entre el estoico pesimismo de Schopenhauer y el vitalismo poderoso de Nietzsche. En todo caso, se trata siempre de una figura que exhala la grandeza dostoyevskiana de los solitarios, los que siguen su camino coherentemente hasta sus últimas consecuencias, fieles ante todo a sí mismos frente a un mundo que se les opone y cuya brutalidad acaba a menudo por destruirlos. 

Laura
Retrato minucioso de una mujer, desde sus años juveniles de estudio de medicina en Madrid hasta su matrimonio con Golowin, un exiliado ruso en París, pasando por la difícil etapa intermedia de la supervivencia en el París de finales de la década de los treinta, obligada por la huida de la Guerra Civil Española. La novela se desarrolla articulando en torno a la figura de Laura el típico despliegue barojiano de innumerables personajes, fábulas y anécdotas. En medio de esa barahúnda, la protagonista no consigue sustraerse a la sensación de soledad y tristeza que siempre la acompaña; de ahí el subtítulo de la novela: "La soledad sin remedio".
    La novela en su conjunto da una sensación de calidoscopio humano, en el que aparecen y se desvanecen personajes caracterizados, como es habitual en Baroja, con hábil pincelada impresionista.  La novela desdibuja a la protagonista, tratándola como un mero eje en torno al cual desfila ese profuso universo de personajes y sucesos. Una frialdad que deja al lector la sensación de estar más ante un documento de época que ante una semblanza íntima que nunca se concreta. Más que la soledad de Laura, lo que nos incomoda es su ausencia.

BARRIE, James M.
                                                                                                                                                                                                     
Peter Pan
Me he regalado la lectura de Navidad de este clásico, en parte, porque se lo había recomendado a mis alumnos, y me daba vergüenza no haberlo leído yo (resulta que sí lo había leído y no lo recordaba). Normalmente, estas historias tan manidas y regurgitadas por la cultura convencional me atraen poco, pero con ellas siempre me pasa lo mismo: cuando un día me decido a tomarlas por mi cuenta, encuentro en ellas, intacto, el poder universal y la riqueza inspiradora que les ha merecido la consideración de clásicas. "Los clásicos nunca os decepcionarán", repetía un viejo profesor, y tenía razón; tal vez un clásico sea eso: un libro que uno cree tener superado debido a su fama, pero que, como las personas, solo puede conocerse de verdad cuando uno lo visita.
    Dejaré al margen, aunque daría para mucho, la sombría figura de su autor, el escocés James Barrie, una mezcla de personaje entrañable, patético y algo siniestro, que ha quedado aplastada hasta la mera insignificancia por la fama con que su obra cobró vida propia.
    Como la Alicia de Carroll, el Peter Pan de Barrie tiene su origen en los juegos (y fantasías) del autor con niños reales. Concretamente, los cuatro hijos de una pareja amiga. Los padres murieron jóvenes y el escritor adoptó a sus hijos. Todos ellos murieron más tarde en circunstancias trágicas, lo que envolvió al escocés y a su obra en una morbosa leyenda negra.
    En una primera versión, Peter Pan empezó siendo un niño que no quería crecer y que se iba a jugar al parque. El original sufriría muchas modificaciones a través de existosas obras de teatro, hasta dar con su factura definitiva en una novela publicada en 1911. Parece ser uno de esos casos en que la obra tira del autor.
    El fondo temático del relato gira en torno al paso del tiempo (ese inquietante cocodrilo que nos persigue con un reloj en el estómago) y la melancólica pérdida de la infancia. Sin embargo, la historia está tan plagada de sorpresas, y se despliega tan llena de vida que nos atrapa entre lo entrañable, lo asombroso y lo ameno. Influye en ello el tono fresco con que está narrada, y su agilidad en los sucesos y en los diálogos. Y también el honesto realismo con que se nos retrata -huyendo de los tópicos melindrosos- esa mezcla de indefensión y crueldad, capricho y sentido común que caracteriza a los niños.
    De la mano de Peter Pan, Wendy y su elenco de fascinantes personajes, tenemos la oportunidad de revivir los mágicos rincones de la infancia, y volver a visitar esos vívidos rincones de aquel reino original del que fuimos exiliados para siempre. En el País de Nunca Jamás encontraremos las aventuras de compañerismo y rivalidad, de misterio y maravilla (ansiada y temida) que poblaron las fantasías de nuestra infancia. Cada niñez ha sido distinta, pero los sueños de la humanidad son universales: en esta obra entusiasta de un hombre triste podemos encontrarlos casi todos.

BÉCQUER, Gustavo A.
                                                                                                                                                                                                     
Cartas desde mi celda
Este delicioso libro me ha acompañado como un buen amigo durante una semana. El tono directo y llano, con un regusto a arcaizante, de la prosa de Bécquer, traslucía, ante todo, su personalidad sensible y sincera. Era un alivio encontrarse con su palabra de humano. 
Yo esperaba, quizá, más testimonio personal, más reflexiones e impresiones: me he encontrado con la agradable sorpresa de sus cuentos de fantasía popular. Un hombre también se define por aquello a lo que presta atención. 
Lo he disfrutado.



BELLOW, Saul
                                                                                                                                                                                                     
Carpe Diem
Tommy Wilhelm se hospeda provisionalmente en el mismo hotel en el que vive su padre, anciano de más de 80 años. Wilhelm se encuentra en un mal momento: ha perdido a su amante, por la que dejó a su mujer años atrás, y también su empleo. Tamkin, un tipo que se hace pasar por doctor y erudito, le convence para que invierta sus últimos dólares en acciones de tocino y centeno, asegurándole que es una operación perfecta. Tommy, que se siente fracasado en todos los órdenes de la vida, centra sus esperanzas en esa inversión. Pero el negocio resultará fallido, y Wilhelm acabará enfrentándose a la realidad de la estafa de Tamkin, el rechazo de su padre y el desprecio de su mujer. La novela termina cuando el protagonista se ve inmiscuido en un funeral ajeno y allí, ante la realidad última de la muerte, estalla emocionalmente en una catarsis desde la cual se atreve al fin a afrontar, solo y desnudo, el comienzo de su futuro.
    Breve y brillante narración que traza un preciso perfil psicológico de su protagonista. La sutileza del accidentado viaje iniciático de Wilhelm tal vez merecería ser calificada de existencial. El autor encuadra la acción en unas pocas horas, pero nos presenta la trayectoria vital del protagonista mediante un hábil uso del flash-back. 
    A través de la odisea del pobre Tommy, Bellow nos recuerda que la vida es dura y el fracaso, a menudo, inevitable. Todos los personajes se debaten en un intento de capear dignamente las dificultades. Unos salen más airosos que otros. Cada cual propone sus reglas y marca sus cartas, pero, al fin, es la vida, con sus idas y venidas, la que se impone a todos, y la muerte el ineludible epílogo.
    Al igual que el desventurado Wilhelm, todos estamos solos y vamos dando palos de ciego por el mundo. En Carpe Diem queda desvelada no solo la farsa de la vida en sí, sino la de una sociedad ridícula y aberrante que engulle al individuo, y que aquí queda simbolizada por el caos del mundo de la bolsa. Novela denuncia, novela revulsivo, Carpe Diem nos enfrenta a los hilos de la realidad que suelen esconderse tras el cotidiano artificio. Pero siempre, por perdidos que nos encontremos, contamos con la entereza de asumir esa verdad y encontrar la flor del día.

BENFORD, Gregory
                                                                                                                                                                                                     
Contra el infinito
Benford es buen artesano de la ciencia-ficción. No le falta imaginación, es capaz de llevar adelante una trama con pulcritud y sabor. Sabe seducir y resultar sugerente. Y sus personajes están dotados de una rica psicología. Por otra parte, es capaz de hacer ingeniosas propuestas científicas futuristas, uniendo a ello el planteamiento de sutiles problemas filosóficos.
    En este caso, el tema es el enfrentamiento del ser humano (y de la vida en general) con un medio hostil en el que insiste en abrirse paso; es la obstinación de la vida por expandirse, ensanchando sus fronteras hasta el infinito. El Alef, por otra parte, ese ente enigmático que socava el planeta sin plan ni sentido aparente, adquiere al final el simbolismo de las dificultades que el ser humano debe siempre afrontar, su propio terror a lo desconocido que subyace en las profundidades, llegando a dimensiones míticas que recuerdan el viejo concepto de Dios… 
    Sin embargo, se diría que el planteamiento del autor es tan amplio y ambicioso que acaba por perderse: al final de la novela, todo sucumbe en un gran cataclismo, y se diría que entre las grietas y bloques de hielo en paroxismo no solo se pierde el protagonista, sino, con él, el desconcertado lector y el confundido autor… 

BORGES, Jorge L. 
                                                                                                                                                                                                     
Artificios
Probablemente resulte más difícil condensar en un relato corto la perfección literaria y sobre todo la fascinación y la magia que en una novela, al igual que es difícil que unas pocas pinceladas nos impresionen tanto como un enorme cuadro. Las breves historias de Borges son infinitas y perfectas en sí mismas, como una piedra preciosa, y muestran la precisión de un mecanismo de relojería (o de un microchip). 
    En manos de Borges, como en las de un alquimista, el universo que percibimos como real y habitual aparece de pronto bajo una nueva e inquietante luz. Borges crea universos alternativos que, como decía Valéry, están en este. Y no soy capaz de preferir ningún relato a los demás. 


BOWLES, Paul
                                                                                                                                                                                                     
El tiempo de la amistad
Libro de relatos. Si toda historia consiste en unos personajes inmersos en un paisaje, tanto una cosa como la otra poseen en Paul Bowles una definición arrolladora. Los protagonistas son individuos sencillos que acometen cada mañana la heroicidad de la supervivencia, a un tiempo integrantes y prisioneros de estructuras sociales y relaciones complejas. El paisaje es lo que en la presentación del libro se denomina el "crisol norteafricano": Marruecos, Argelia, Túnez... También aparece América Latina. Lugares en los que la colonización europea ha entrado en contacto con los pueblos indígenas, convirtiéndolos (antes de que la globalización lo extendiera al mundo entero) en ámbitos mestizos, territorios de encuentro en los que conviven y luchan personas muy divergentes. Este es el laboratorio en el que Bowles analiza con perspicaz profundidad la psicología de las personas, la cadencia de sus pasiones y sus temores, desentrañando los múltiples hilos que se ocultan en la trastienda de ese apasionante teatro que es la vida.

CALVINO, Ítalo
                                                                                                                                                                                                   
El barón rampante
Cósimo Piovasco de Rondó es solo un niño de 12 años cuando, en un arrebato de indignación ante la cerrazón de su familia, decide encaramarse a un árbol y promete no volver a tocar el suelo el resto de su vida. Y lo que empieza como una rabieta infantil se convierte en una cabezonería: Cósimo no cejará en su empeño de irse por las ramas, pero se las arreglará con toda suerte de ingenios, aprovechando la tupida arboleda que, en aquellos tiempos, poblaba el norte de Italia. En su larga e interesante vida no faltará espacio (siempre sobre los árboles) para los viajes, el amor y el ilustrador conocimiento de curiosos personajes de la época. Fábula de la trilogía de "Nuestros antepasados", en la que podemos ver una original metáfora de la soledad y las consecuencias de los actos.
    La narración de Calvino es siempre ocurrente, ingeniosa, sorprendente, profundamente humana. El autor traspasa el velo de las apariencias para perfilar en sus relatos la espina dorsal de las motivaciones humanas. Sus obras son tratados de psicología y sociología, con el aditivo de un humor que las hace increíblemente amenas, demostrando que se puede narrar una excelente historia comprometida sin necesidad de moralismos. Porque, como explica el propio autor, el barón Cósimo "realiza su plenitud sometiéndose a una ardua y reductiva disciplina voluntaria".

Si una noche de invierno un viajero
Escrita en una chocante segunda persona, el autor no disimula su intención de convertir al lector en el protagonista de esta novela. El libro comienza aludiendo a la propia lectura del libro, para introducirnos a continuación en una sucesión de sucesos e interrupciones que fantasea con una red internacional de apócrifos. Ninguna de las historias tiene final salvo la lectura misma del libro. A través de esta fábula laberíntica el autor reflexiona sobre el hecho mismo de narrar y leer.
    Relato de relatos, el libro apunta siempre más allá de sí mismo, trascendiéndose al convertir al lector en personaje y difuminando las fronteras entre realidad y ficción. En esta historia todo se insinúa y nada termina, y sin embargo Calvino logra cerrarla milagrosamente con el artificio de revelarnos al final que, al unir los títulos de los relatos, se accede a la llave del misterio: el relato era el propio lector en el acto de leer.

Los amores difíciles
Compendio de narraciones breves con la temática común de la relación hombre-mujer en el diversísimo calidoscopio de sus posibles circunstancias.
    En este libro, que podría considerarse "experimental", el Calvino humorístico cede el predominio al Calvino fabulador y, sobre todo, al psicólogo. Cada narración desentraña, con extraordinaria hondura, los entresijos manifiestos y secretos de ese recomenzar constante que es la relación amorosa.
    Afortunadamente exentas de moralismos y conclusiones, estas narraciones no se limitan a caracterizar perspicazmente los posibles encuentros entre un hombre y una mujer, sino que bucean por las alegrías, las esperanzas, las zozobras y las limitaciones de toda relación humana. Por debajo de todas ellas, la más genuina humanidad late y llega, nítida y desnuda, hasta el lector, que en este caso es un cómplice del autor en su investigación psicosociológica.
    La lección, si la hay, es que todo los amores, por definición, son necesariamente difíciles, todos pasean por la cuerda floja de la precaria aventura del encuentro entre los individuos.

CARROLL, Lewis
                                                                                                                                                                                                     

Alicia en el país de las maravillas

Por fin lo terminé, después de años de intentos infructuosos. Y no será porque no sea grato de leer, pero es que Disney ha hecho mucho daño. Desde que, de niño, vi la película de dibujos animados, tenía un conflicto con esta obra de personajes antipáticos (incluida la protagonista) y situaciones absurdas. Y no podía evitar que se me siguieran atragantando la caprichosa Alicia, el insolente sombrerero, el petulante gato o la desquiciada reina. 
    Todo el mundo parece loco en esta obra; o, mejor dicho, enloquecido. Y perverso, ácidamente perverso. Tampoco esta lectura se me ha hecho fácil. He tenido que apoyarme en un criterio más amplio, que me permitiera juzgarla en su innegable genialidad: su crítica mordaz, exenta de todo moralismo, a la sociedad victoriana; sus ingeniosos diálogos, su insolencia precursora del surrealismo o el dadaísmo... También, por supuesto, su mágico despliegue de fantasía. Pero, sobre todo, ese caos alucinante de personajes y situaciones que tanto se parece a la vida (y en particular, a la vida vista desde los ojos de un niño) y que, en sus momentos más tenebrosos -como la impresionante secuencia del juicio- anticipa las pesadillas de Kafka y de los existencialistas. 
    Uno de los aspectos más chocantes de la obra es su paradójico desmantelamiento de la inocencia. Parece probable que Carroll sintiera una punzante nostalgia de pureza, lo cual explicaría su obsesión por todo lo infantil (la relaciones, las fotografías, los cuentos...). Pero en esa afición asoman sombríos indicios de un juego morboso. En esta historia, como en la realidad, nadie es inocente: todos son egoístas, truculentos, ridículos y depravados. Empezando por la propia protagonista, a la que hay que reconocer un intento, a veces angustioso, de dar sentido a las disparatadas situaciones "de adultos" en que se ve enredada, pero también un gusto por  entrometerse, a veces con actitudes despóticas. Y acabando por el propio autor, que aquí da rienda suelta a su devoción por aquella auténtica Alicia Liddell con la que compartió juegos y paseos, y para la que inventó el relato. Es probable que, viajando por el País de las Maravillas, Carroll -hay quien lo asimila al inquietante Gato de Cheshire- se haya escarnecido a sí mismo, y de paso a todos nosotros, en esta alucinación cáustica, impúdica, genial.

CELA, Camilo J.
                                                                                                                                                                                                     
Viaje a la Alcarria

NUEVO VIAJE
Encontré este libro por 200 ptas., y lo compré sin demasiada idea de leerlo a corto plazo. ¡Lo que son las cosas! Me lo empecé por curiosidad y me cautivó inesperadamente. Es un libro sin argumento, ni más hilo que las revueltas en Rolls que don Camilo se dedica a dar durante un par de semanas por la Alcarria. Pero, más que una crónica de viajes, lo que seduce desde el principio es el estilo tan personal y ocurrente, que es capaz de convertir en aventuras los hechos más triviales: basta con un mandoble de sorpresa y una osadía del lenguaje, y en ambas artes es Cela un avezado maestro. Delicioso, en fin. (Y deliciosa su sensibilidad por lo popular, verdadero protagonista, aunque sea visto desde la ventanilla de un Rolls y no pateando los caminos polvorientos, como hizo en el primer viaje). 

PRIMER VIAJE
Ufano por el descubrimiento de Cela (equivalente al de García Márquez y M. Yourcenar), he querido dar el salto de treinta años que media entre esta obra y la anterior, y trasladarme a la Alcarria de posguerra, cruda y rural. Y me he encontrado con una obra distinta de forma, acaso más primaria y austera, pero no de pasión, que viene a ser la misma que en la otra: la del paisaje como telón de fondo de la vida humana, y de la gente zambullida en él y apañándoselas como puede. Rotunda y lírica en su planteamiento descarnado y sin concesiones al ensayo, es esa "cámara baja" que se sitúa a la altura del ser humano de a pie, y a veces un pelo por debajo, es decir, al borde mismo del esperpento, si bien rebosante de humanidad y verismo, sin afeite ni pretensión doctrinaria. 

El asesinato del perdedor
A buen seguro que esta obra necesite una cierta perspectiva para poder encajarla en todo su sentido (o al menos en alguno). Cela es capaz siempre de a) Dar una lección de literatura con mayúsculas, y b) Demostrar que aún se puede hacer algo nuevo en el oficio de escribir. Se aproximan dos finales: el del siglo y el de la vida, y Cela los afronta con enérgica y procaz amargura, caballero de lides perdidas hasta el último aliento. Porque es una época retorcida y confusa, manierista como todos los vacíos que deja el reflejo de las olas clásicas, y el arte tiene que ponerse a la altura de la vida, esta es una obra retorcida y confusa, esencialmente manierista, una turbulencia ordenada que da cabida a una multitud de personajes metahumanos hasta lo grotesco en situaciones esperpénticas. 
    El hilo conductor es o intenta ser la lamentable historia de un suicidio inducido por un juez injusto, pero cuando don Camilo comba el espejo y se pasea por las calles, por los pueblos, por las instituciones y hasta por las páginas de la historia, no hay héroe que escape a la superficie esmerilada que todo lo caza y todo lo deforma (acaso no más de lo que está). El libro se caracteriza por una promiscuidad impertinente y no solo sexual, aunque sí principalmente. Indefinible, inclasificable, fruto necesario de un espíritu preclaro y magistral, para sorpresa y luz de contemporáneos y futuros.

DOSTOYEVSKI, Fiodor 
                                                                                                                                                                                                     
Apuntes del subsuelo
"Soy un hombre enfermo... Un hombre malo". Así se inicia esta colección de "apuntes", en la que un atormentado personaje nos abre los oscuros subsuelos de su mente y de su vida.
    La primera parte de la obra consiste en una larga reflexión sobre las pasiones humanas, y la irremisible inclinación de algunos ánimos a la desdicha. El discurso es en primera persona, y el protagonista se esfuerza por mantenerse honesto consigo mismo y con el hipotético lector, escarbando angustiosamente en los vericuetos más recónditos de la mente.
    Una segunda parte abandona la teoría y nos refiere un episodio en el que se vio envuelto el protagonista en su juventud. Hay dos momentos especialmente destacables: el encuentro con unos viejos conocidos a quienes detesta, y con los que sin embargo se empeña en permanecer; y el fortuito conocimiento de una joven prostituta, a la que alecciona sobre la inmoralidad de su dedicación, para después despreciarla por ser testigo de su propia degradación.
    Escrita en un trance muy amargo de su vida, esta obra de Dostoyevski es probablemente de la más descarnadas y autobiográficas del autor. La falta de aspiración literaria se aprecia en su irregularidad, su carencia de estructura. Pero la maestría del autor hace que el lector tenga desde el mismo comienzo la sensación de estar asistiendo a un alma desnuda, lo que le confiere un extraordinario interés. "Soy un hombre enfermo... Un hombre malo": tan estremecedor inicio ya nos previene de que las confesiones que seguirán no serán felices.

DURAS, Marguerite
                                                                                                                                                                                                     
El arrebato de Lol V. Stein
Alguien nos refiere lo que sucedió hace años en un baile del casino de T. Beach. Lol V. Stein asistió impávida a la pérdida repentina e irremisible de su prometido, que sucumbió al hechizo de una mujer desconocida. Aparentemente, este drama le hizo perder el juicio.
    Quien nos explica estos hechos es Jacques Hold, el amante de la mejor amiga de Lol, Tatiana Karl. Él es testigo de excepción del regreso de Stein, tras diez años de ausencia, tiempo en el que se ha casado y ha tenido hijos, todo lo cual desmiente la supuesta locura que se le atribuía. Con increíble paciencia y ternura, Jacques acompañará a Lol en un descenso a los infiernos, una lucha por recuperar aquella noche terrible y el sentido de la vida que le fue arrebatado.
    Considero que el principal mérito de este libro es la capacidad de su autora para sugerirnos, por un lado, la imprecisión del significado de los actos humanos, las constantes incertidumbres que acompañan a nuestras acciones; por otro lado, y en la misma línea, está el constante monólogo interior del análisis que cada uno hace de los actos ajenos; y, finalmente, esa comunicación sutil que, bajo las palabras, fluye a través de gestos, miradas, dobles significados...
    Por eso mismo nunca llegaremos a conocer del todo a Lol V. Stein, ni su verdadero drama interno, ni los sentimientos que la unen a Tatiana o a Jacques. En medio de esa bruma, Stein se perfila como un personaje de relieve extraordinario dentro de su imprecisión. 
    La narración no es ni pretende en absoluto ser objetiva. Constantemente escuchamos impresiones de todos los personajes, y especialmente del narrador, Jacques Hold. Vemos y escuchamos a través de él, de sus dudas, titubeos, retrocesos, errores... En cuanto al reencuentro final con el pasado, que esperaríamos fuese la parte fundamental de la historia, se nos antoja sin embargo falto de relieve, inconcluso, no sabemos si como corolario del juego de ambigüedad que caracteriza el libro o porque la autora no acaba de resolver los múltiples elementos que tan bien ha ido configurando, y en especial el núcleo de la tragedia de Lol V. Stein.

ERNAUX, Annie
                                                                                                                                                                                                   
La vergüenza
Venía a cuento este acercamiento a la reciente ganadora del Nobel de literatura: su título me atrajo porque justo estoy investigando sobre este sentimiento.
    Encontré poco de él en sus páginas. Aunque el libro parte de una vivencia infantil muy impactante (la ocasión en que el padre de la autora estuvo a punto de matar a su madre), esa situación le sirve a Ernaux para desplegar un friso de recuerdos de su niñez. Tapiz, todo hay que decirlo, muy bien trabado, realizado con una precisión que cabría considerar "antropológica" (ella misma usa el término en algún momento). 
    De su mano tenemos el privilegio de pasearnos por el universo algo asfixiante y más bien sombrío en el que discurrieron aquellos años, en un pueblecito de la Bretaña. La rigidez de la educación religiosa, la humillante segregación de las clases sociales, la tosquedad de los afectos de unas existencias que parecen sonámbulas y estériles... "Todo lo que ocurrió durante aquel verano me pareció entonces la confirmación de nuestra indignidad: 'solo nosotros' somos así" (pág. 105). 
    Pero no es la vergüenza la sensación que predomina, sino la profunda tristeza que nos inspiran unas personas curtidas en la carencia y el desencuentro, y las esquirlas de vacío que salpican el tierno espíritu de una adolescente. Tan parecidas a las nuestras que podrían ser las mismas.

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