viernes, 19 de julio de 2024

Cambiar el relato

La vida nos va enseñando, sin mucha delicadeza, que es ella la que manda,
pero siempre nos queda mirarla a través de otro cristal. 

Este es, en esencia, el apaño que han recomendado muchos filósofos, en especial los epicúreos y los estoicos. Epicteto se esforzaba por enseñar a cambiar la mirada, o sea, la narración interna: «No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos sobre estas cosas.» 

Lo que nos decimos: mantenemos un diálogo interno permanente, y nuestras palabras nos convencen más que las del mejor sabio. Se trata, pues, de hacer que sean palabras sabias. También las terapias cognitivas se esfuerzan por reformular lo que pensamos para transformar lo que sentimos y hacemos: cambiar el marco para que cambie el conjunto, optar por otra perspectiva para conquistar un nuevo significado. 

A la hora de propiciar cambios, tengo más confianza en avanzar sobre la tierra firme de los actos que en chapotear por la nebulosa de las ideas. Sin embargo, las convicciones son una buena herramienta que siempre queda a mano. Quitar importancia a algo hace que se antoje menos terrible; convocar lo amigable tal vez nos inspire a sacar fuerzas de flaqueza; las carcajadas ahuyentan los malos espíritus. No se puede menospreciar el don de los relatos para arrastrarnos con ellos. 

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