sábado, 17 de agosto de 2024

Vivir es difícil

Con tal sentencia empieza un libro por el que tengo bastante afecto.
No se me ocurre punto de partida más honesto para un diálogo sensato.  


Es constatar la verdad que nos ocupa y nos preocupa, sin medias tintas, para ver qué podemos edificar a partir de ella. A contrapelo de la comodidad mágica habitual en los panfletos de autoayuda, se previene al lector de que no hay panaceas, recetas infalibles ni universos atentos a satisfacer nuestros caprichos. Si quieres algo, tendrás que esforzarte por ganarlo. Y no hay garantía de que lo consigas. 

Seamos serios: vivir es difícil, por fácil que resulte olvidarlo mientras las cosas nos van bien. Vivir es difícil porque la vida no está hecha para hacernos felices, sino para perpetuarse contra viento y marea, a sangre y fuego, y dejándose por el camino a sus protagonistas, como en las tragedias clásicas. En medio de su marejada no somos más que una gota lanzada por fuerzas que la superan contra unas rocas que la destruirán. 

Por suerte, eso no es todo. Antes del fin, tenemos gozos y respiros; opciones para aprender, si no a hacer la vida más fácil, al menos a no hacerla más difícil. Antes del fin, si nuestra suerte es un poco favorable, tal vez conozcamos el amor y la alegría, la satisfacción y la realización, la amistad y todas esas cosas que hacen que la adversidad sea llevadera y haya valido la pena. 

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