ENVEJECER. Uno envejece cuando
manda la pereza, y puede más que el entusiasmo o la expectativa de placer.
MUSAS DE LA ALEGRÍA. Hay personas que nos
hacen felices con su mera presencia. ¿A qué se debe esa magia? No tanto a lo que saben
transmitirnos como a lo que sin pretenderlo nos despiertan. Musa de la alegría: ¡qué
hermosa ocupación!
HACER. Hay cosas que se
empiezan para acabarlas, para cumplir con ellas un ciclo y darlas por
completas. Otras, en cambio, se empiezan para quedarse en ellas, para
mantenerlas en marcha. Sea como fuere, todo cuesta: empezar, porque nos obligará
a seguir, que es un trabajo, o a abandonar, que es una frustración; acabar,
porque para ello hay que persistir sin decaer; y mantenerse, sobre todo, porque
es como empezar una y otra vez sin concluir nunca, como le pasaba a Sísifo con
su piedra.
Hacer, en fin, es
difícil. Renunciar, en cambio, solo es triste, y la tristeza siempre es fácil y
agradecida, y, sobre todo, grata de olvidar. La vida es triste de por sí, lo
que cuesta es la alegría. En la renuncia se puede descansar. Vivir es perder, pero
luchando como si ganar fuese posible.
TRAMPAS. Caemos en las
trampas de los demás, incluso en las más elementales, incluso en las mismas una
y otra vez. A mí me han tomado el pelo muy a menudo; no lo agradeceré, pero
tampoco estoy muy seguro de tener derecho a reprochárselo. Jugaron sus cartas:
no tienen la culpa de que yo haya sido un torpe jugador. Se limitaron a
utilizarme más que a quererme, y, ¿cómo va a ser eso reprochable? Puede
resultar frustrante, pero en ningún caso malvado.
MALDADES. Es fácil considerar
bueno a lo que nos da la razón, y malo a lo que no está de nuestra parte. Una
cosa es la rivalidad o la antipatía, y otra la maldad. No somos responsables de
nuestras "afinidades electivas"; de nuestras maldades, sí.
CRECER. Los niños están
hechos para crecer, y eso es lo que hacen cuando no los vemos. El desafío de
nuestro amor por ellos es permitírselo sin reticencias.
REALIDAD. Lo que llamamos
"realidad", y que nos es íntimamente inaccesible, debe tenerse por
una inmensa y compleja alegoría, un escenario simbólico que constantemente
quiere hablarnos de una sola cosas: nosotros mismos.
Es plausible, por
tanto, que el mejor instrumento para movernos por este "teatro
mágico" no sean ni el dogma, ni la palabra, ni la información objetiva, ni
el rastreo de relaciones causa-efecto, ni el empirismo. Cabe que sean más
apropiadas la creatividad y la imaginación. Ha llegado el momento de dar la
razón a los poetas, y reconocer el valor y la necesidad de la metáfora y el
mito.
PERPLEJIDAD. Preferiríamos que
las cosas se ciñeran a la idea que tenemos de ellas, porque eso simplificaría
el mundo. Sin embargo, las cosas parecen siempre dispuestas a interpelarnos de
nuevo, para demostrarnos que no se conforman con nuestros prejuicios, y que el estado
natural del conocimiento es la perplejidad.
EXPLICARSE LA VIDA. Todo depende, en
suma, de cómo se explica cada cual la vida a sí mismo. Hay quien se la narra
como un cuento, o como una comedia, o como un drama. Hay quien se pasa la vida
buscando enemigos, y ese siempre está luchando. Hay quien huye, y encuentra
perseguidores. Hay quien se empeña en que todo es complicado, y consigue
enmarañarse. Hay quien se obceca en triunfar, pero inconscientemente tiene
miedo, y fracasa.
NEURÓTICO. El
neurótico, ¿es más sensible porque es neurótico, o es más neurótico por ser
especialmente sensible?
COMPRENDER. ¿Por qué comprender
nos ayuda a sufrir menos? Porque nos apuntala la ilusión de control.
NOSTALGIAS. Miro viejas fotos
felices, nostálgico. Luego las guardo y me río de esos recuerdos bellos,
¿falsos?
PENSAR. Pensar requiere dar
un paso atrás, para conseguir perspectiva. Porque el pensamiento creativo
consiste en captar nuevos conjuntos, en intuir nuevas relaciones generales, a
partir de una nueva disposición de los sistemas. Hace falta poder ver el
contexto: los árboles y el bosque.
AMBIVALENCIA. La frustración
genera resentimiento. Luego es inevitable la ambivalencia en todos los objetos,
como objetos de amor y objetos de odio.
SUPERAR EL EGOCENTRISMO. Habría que empezar a
entender que el mundo no tiene nada personal, ni contra nosotros ni a nuestro
favor. Es nuestro mundo y nuestra identidad, pero su casuística no acontece con
respecto a nosotros. Esa es una visión infantil temprana (el egocentrismo) que
hay que superar. Hay que comprender que sucede más bien al revés: nosotros
acontecemos con respecto al mundo. Él es el fondo y nosotros la forma. Una
forma siempre por inventar.
CONFLICTO PRIMORDIAL. El conflicto
primordial es el del individuo con el mundo. El conflicto, dinámica y
dialécticamente, se resuelve en una nueva adaptación al mundo, que puede ser
operativa o inoperativa; la tendencia normal sería a una operatividad de
supervivencia, pero la complejidad cognitiva y afectiva hace que la aparente
adaptación sea, en realidad, un modo de permanecer inadaptado.
LA BATALLA DE HOY. Ahora estoy aquí, en
la batalla de hoy, ungido de guerrero, de caminante en busca del equilibrio y
la paz. Caminante solitario, pero no del todo solo: tengo maestros, conozco los
mapas. El abrigo es la meditación, en un contexto de simplicidad y realismo. La
fuerza es la vida misma, el aliento divino que me ha engendrado, y que no me
abandona. Las armas son el estudio, la terapia y sobre todo la atención. Estoy
en mi patria -mi paisaje-, cumplo mi destino. Los dioses no me abandonarán.
SEGUIR AHÍ. He descubierto la
clave de la relación con los demás: se trata de seguir ahí. Amar no es estar
bien siempre con los otros. A menudo, todos somos insoportables. Pero, igual
que a veces no nos aguantamos ni a nosotros mismos, y sin embargo seguimos ahí,
a nuestro lado, quizá se trate de seguir cerca de los demás a pesar de que
muchas veces estemos cansados o enfadados. Puede que amar tenga bastante de
empeño, como sugería Fromm.
VIRTUDES Y DEFECTOS. Toda mi vida he
tenido a mi favor, creo, una intensa curiosidad y una facilidad para el
entusiasmo. En mi contra, claramente y casi siempre anulando la fuerza que me
conferían las mencionadas virtudes, esa tendencia a la autoderrota y una
lánguida pereza que me ha hecho inconstante y me ha desanimado ante las dificultades.
CONTRASTES. La felicidad y la
paz, tal como se viven en el samsara cotidiano, son ante todo cuestión de
contrastes. Las notamos cuando termina una tensión o un miedo intensos (de los
que a veces ni siquiera éramos conscientes, y que comprendemos cuando se
acaban, como un ruido de fondo que se acalla de repente). Y volvemos a notarlas
cuando ellas mismas son interrumpidas por la inquietud siguiente.
DANZA. Los hinduistas
consideran el mundo como una danza.
Así se puede ver la
relación con las personas: una danza de dar y recibir, de alegrías y tristezas,
de satisfacciones y desencuentros…
Tal vez amar no pide
todo, ni tiene por qué darlo todo… Quizá baste con que se haga con el mismo
entusiasmo, el mismo arrobo que ponemos al danzar. Pedir y dar es lo que pone
en marcha y mantiene la danza; con la condición de ser auténtico, no absoluto.
SURFEAR EL DESEO. El deseo, y el apego
consecuente: tiene razón el budismo al señalarlos como los verdaderos enemigos,
venenos, minadores de la mente. ¿Se podría responder al deseo como el surfista
a las olas, cabalgando sobre él, deslizándose, dejándose empujar, para luego
dejarlo ir y romper en la arena? ¿Se podría disfrutar sin aferrarse? Igual de
las ideas, de las personas, de todo lo demás…
IRA. Es mejor no caer en
la ira, o en la ofensa o la agresividad, porque estas cosas dejan marca, labran
surcos en el espíritu que luego arrastramos y tenemos que curar con gran
trabajo.
MEJOR LA REALIDAD. Los contratiempos
reales son siempre más llevaderos que el temor que los presiente entre penumbras sin perfil.
SABIDURÍA. No soy sabio, pero
quizá baste con vivir como si lo fuera un poco.
ESCOMBROS. Asomarse al pasado
es adentrarse en una montaña de escombros: el resultado de la interminable
tarea de recomponerlos suele ser incompleto y desgarbado. Mientras tanto, ese
trasiego con la basura nos habrá alejado de la vida real del presente. Por
suerte, a estas alturas de mi vida ya no siento muchas tentaciones de bucear
por el légamo de la infancia. Así que queden en paz mis muertos: los honro y
los venero, pero no aspiro a dialogar con ellos ni a que me den muchas
explicaciones.
POZO DEL SUFRIMIENTO. No sé en qué historia hindú se habla del pozo del sufrimiento, un venero que nunca debe quedar seco. Tal vez haya una especie de ley de conservación del sufrimiento (al menos
del neurótico): cuando algo ya no nos duele, nos dolerá otra cosa. ¿Horror
vacui?
PULSO. Puede que, en cierto
nivel, todo encuentro sea un pulso entre dos poderes, dos proyectos, dos
anhelos. Todo encuentro es un impacto entre dos egos que necesitan sostenerse a
toda costa: intentarán convertir al otro en cómplice y puntal. ¿Puede el amor mandar más que ese pulso, o es un pulso en sí mismo?
MÁSCARA. Necesito recordarme
a menudo -¡soy tan olvidadizo!- que esto es un baile de disfraces, y que aquel
con el que me identifico es en realidad una máscara.
PRESENCIA. Como dice Durkheim,
la ocasión para practicar el camino interior se presenta a cada instante. El
verdadero reto, el aprendizaje auténtico, consisten en hacer de cada instante
cotidiano -el de aquí, el de ahora- un ejercicio de liberación. De verdad. De profundización…
Cuando se consigue la presencia, todo está logrado.
INCONSCIENCIA. Afortunadamente, es
más fácil ser consciente de los defectos ajenos que de los propios. Sería
insoportable estar a todas horas con alguien tan defectuoso.
ESCUCHAR LA TRISTEZA. T. Moore aconseja no
querer librarse de la tristeza a toda costa. Sus noches oscuras traen su propio mensaje: hagámosle
lugar, sin meterle prisa. Si una etapa se orienta bajo el signo de Saturno,
transitémosla confiados y fieles. Considerémosla el regreso a los infiernos que
nos volverá a la luz, un día, más sabios y más completos. Son los ritmos
secretos del alma… Pensarlo así da otro sentido a los pesares, nos amiga con
ellos, hace que los consideremos una oportunidad en lugar de un mero
padecimiento.
ALIVIAR EL DUELO. No quiero ser
demasiado exigente (iluso) con el amor: procede de nosotros, así que quizá no
se pueda esperar mucho de él. Sin embargo, debería otorgar algunos dones
sencillos: paciencia, algo de confianza, generosidad, claridad, fidelidad… Yo
sé que he fallado en muchas de ellas, pero al menos puse perseverancia y
tiempo. También esperanza (que es una forma de confianza) y una alegría que se
parece a una sonrisa buena. Por supuesto, todo eso no tendría por qué ser
suficiente, y no lo ha sido. Pero alivia el duelo de la despedida.
HONDAS. No permitas que tu
impulso se disipe en temores: toma su energía, sin perder de vista el centro, y
úsala como una honda que te lance un paso más allá.
Que todo te conduzca
en dirección a tu destino: la rabia y el amor, tus propios enemigos.
DOLOR INEVITABLE. Es inevitable provocar dolor, seguramente más que recibirlo. Siempre se rompe algo al tropezar. La vida está repleta de esquinas
ardientes y violentas. Eso, que no nos excusa, tal vez nos ayude a juzgarnos con más compasión.
SONRISA. La sonrisa ante la
vida la tienes que poner tú. Sonreír es una valentía, a veces un esfuerzo, pero
si se convierte en hábito sale casi sola.
OPINIÓN: Que todos los demás opinen lo contrario a nosotros no significa que no tengamos razón, significa que tenerla nos servirá de poco.
OPINIÓN: Que todos los demás opinen lo contrario a nosotros no significa que no tengamos razón, significa que tenerla nos servirá de poco.
CRUELDAD. Evita ser cruel
contigo mismo, porque acabarás siendo cruel con los demás.
SEGUIR LA PROPIA ESTRELLA. ¿Por qué empeñar las
fuerzas en que te comprendan, o que te den la razón, o que te traten con
justicia, o que te concedan lo que dices merecer? Confía, agradece lo que
tienes, que te hace rico, y lo que no tienes, que te hace libre. Para lo
importante, pocas cosas son útiles y ninguna imprescindible. No esperes:
camina. Tranquiliza a tu ego y sal al aire libre: te basta una alforja y aun es
posible que debas abandonarla en el primer recodo. Ofensas, trampas, tratos
desventajosos… ¿Qué importancia tienen? Tú sigues a una estrella, y el ladrón,
como dice el viejo haiku, se la dejó en la ventana.
VERGÜENZA. El ridículo
quebranta parte de nuestro ego: bienvenido sea. La vergüenza nos
educa en la norma, nos regresa a la tribu, nos restituye a nuestra
individualidad vulnerable y torpe.
CONQUISTAR LA SABIDURÍA. Algo en nosotros se
deleita en la ignorancia. La sabiduría, entonces, debe construirse contra
nuestra naturaleza, es un proyecto excepcional y artificial. Los venenos son lo
normal: lo que hay que conquistar son los antídotos.
LOCURA Y LUCIDEZ. Todos estamos un
poco locos. La vida es difícil. La lucidez es el intento de mirar con claridad
a pesar de la niebla, del miedo, de la locura (locura, más que estupidez;
miopía, no ceguera).
ENFERMEDAD Y CURACIÓN. Las enfermedades
curan cuando las cosas vuelven a su sitio: el hijo pródigo a su padre, el rey a
su reino… A veces hay que hacer un largo viaje para regresar a casa, como
Ulises. La vida entera es un salto de la tierra a la tierra. Todo ansía la
aventura para suceder, todo tiende al regreso para descansar. No temamos, pues,
ni los caminos que nos extravían ni los anocheceres que nos repliegan en el
hogar: son dos episodios de la misma historia.
SABIDURÍA DE LA INSEGURIDAD. Aceptar serenamente la inseguridad en uno mismo ya es un valiente ejercicio de
seguridad. La inseguridad, como dijo A. Watts, tiene su propia sabiduría.
OPINIONES AJENAS. ¿Tú qué sabes de lo
que piensan los demás, en especial lo que piensan sobre ti? Seguramente te
sorprenderías, para bien y para mal. Además, nuestros conceptos de la gente
suelen ser ambivalentes e inestables: el que te aprecia hoy, mañana te
considera insoportable o despreciable; y al revés.
Permite que los demás
te eduquen con sus opiniones… Y si no te son útiles, déjalas pasar. No vale la
pena perder el tiempo con lo que no ayuda.
DON DE LA OPORTUNIDAD. La clave de la sabiduría consiste en el don de la oportunidad: lugar correcto, momento apropiado.
DESAPEGO. La idea del desapego
no es exclusiva de Oriente: todas las comunidades religiosas hacen voto de
pobreza, que es la práctica del desapego sin su teoría. Pero el budismo llega
más lejos, al convertirlo en una actitud consciente ante todas las cosas,
incluidas las ideas y las emociones. Se diría que el desprendimiento budista es
más radical, más deliberado: no es tanto una resignación como una apuesta por
la alegría.
LACÓNICOS. Cuenta la leyenda
que los lacónicos (más conocidos hoy como espartanos) hablaban muy poco. Dicen que, antes de hablar,
siempre se hacían tres preguntas: ¿Es realmente importante lo
que voy a decir? ¿Puedo hacer daño a alguien
con mis palabras? ¿Cambiará algo lo que yo
diga? Se comprende que
hablaran tan poco.
GENTE. Nunca se me dio muy
bien elegir a la gente. Ni tuve iniciativa, porque soy más bien descastado; ni
tuve criterio, porque a mi intuición le cuesta atinar. Tengo que concluir,
entonces, que en el fondo soy una persona con suerte: por cada canalla que me
he cruzado, me han tocado (a menudo sin merecérmelo) varias personas buenas.
SOLEDAD. La soledad no es una
maravilla. De hecho, puede ser tan importuna como una compañía fastidiosa. Pero
al menos uno no tiene que dar explicaciones por sus fastidios.
PROGRESO. Nos acostumbramos
deprisa a la comodidad. Entonces, de repente, nos molestan cosas que antes nos
pasaban desapercibidas. Cada nuevo nivel de satisfacción instaura nuevas
aspiraciones… y nuevas turbulencias.
POR DELANTE. Siempre ponemos algo por delante para no estarnos quietos, para que algo tire de nosotros hacia el futuro y sentir que aún nos queda alguna cosa importante por hacer. No hay que darse demasiado descanso: el vacío acecha.
CRECERSE EN LA DIFICULTAD. Muchos lo han dicho, a menudo para fomentar el conformismo, pero también para sacudirnos la modorra. A menudo, por paradójico que parezca, nos crecemos en la dificultad, luego necesitamos dificultades para crecer. Cuando lo pequeño se hace insuperable (o insoportable), tal vez haga falta un reto grande que nos despierte y ponga las cosas en su sitio (o nos obligue a buscarles un sitio nuevo). Demasiada calma nos aturde.
EDAD. La edad nos hace conservadores no porque sepamos más, sino porque estamos más cansados y tenemos más miedo.
NEURÓTICO. El neurótico se ha escabullido, en cierto modo, de su libertad. Si no inventamos algo con la voluntad, quizá lo invente por ella el inconsciente.
AMOR Y RESPETO. Nunca creí que me
quisiera, porque no me respetaba. Ahora comprendo mejor por qué estaba en lo cierto:
porque no hay amor sin respeto. Tal vez haya un amor que surge de la comprensión, pero en cualquier caso no es lo mismo, y en el fondo ni siquiera la precisa. Le
basta con reconocer al otro, o sea, respetarlo. De hecho, respetar ya es amar.
POR DELANTE. Siempre ponemos algo por delante para no estarnos quietos, para que algo tire de nosotros hacia el futuro y sentir que aún nos queda alguna cosa importante por hacer. No hay que darse demasiado descanso: el vacío acecha.
CRECERSE EN LA DIFICULTAD. Muchos lo han dicho, a menudo para fomentar el conformismo, pero también para sacudirnos la modorra. A menudo, por paradójico que parezca, nos crecemos en la dificultad, luego necesitamos dificultades para crecer. Cuando lo pequeño se hace insuperable (o insoportable), tal vez haga falta un reto grande que nos despierte y ponga las cosas en su sitio (o nos obligue a buscarles un sitio nuevo). Demasiada calma nos aturde.
EDAD. La edad nos hace conservadores no porque sepamos más, sino porque estamos más cansados y tenemos más miedo.
NEURÓTICO. El neurótico se ha escabullido, en cierto modo, de su libertad. Si no inventamos algo con la voluntad, quizá lo invente por ella el inconsciente.

EGOCENTRISMO. ¡Cuántos sinsabores
nos imponemos por el hecho de andar demasiado pendientes de nosotros mismos!
¡Ojalá fuéramos capaces de darnos un poco menos de importancia y mirar afuera!
Hacer algo por los demás es casi siempre la mejor terapia, y además una oportunidad
para el amor, porque hallamos el amor al actuarlo.
LO ÉTICO Y LO POÉTICO. El corazón de la ética probablemente reside en la poesía. La ética es
una poesía del comportamiento. Lo que confiere fuerza a un principio ético no es tanto su coherencia racional (siempre discutible, y que por tanto nos llevaría al relativismo del "todo vale") como su valor emocional: poético.
MENOS YO. He vuelto a
preocuparme por mí… ¡Con lo bien que me iba ignorándome!
LÍMITES. Hay que saber con
qué se las tiene uno, y atenerse a la propia medida. Hay cosas que no puedes controlar, que te superan, que
sencillamente son más fuertes… Si se acerca una estampida, ponte a un lado, si
no quieres acabar pisoteado y rodando por los suelos. Admitir los límites también es valentía.
HORROR VACUI. Siempre lo estamos
diciendo: nos sentimos agotados, necesitamos descansar; pero no podemos, porque
nunca está todo acabado. En el punto en que una tarea concluye, otra empieza. A
veces soñamos con detenernos, pero en realidad le tenemos miedo a ese vacío que
quedaría si se apagara nuestro ruido. Tememos todos los vacíos y por eso
necesitamos llenarlo todo sin parar, no vaya a ser que nos quedemos demasiado
desnudos ante el espejo, y no sepamos qué hacer con nosotros.
CONFIAR, AMAR. No se puede estar
permanentemente en alerta. No hay más remedio que confiar, al menos en alguien,
al menos de vez en cuando, aunque eso acabe por perdernos. Necesitamos el amor
y la amistad, la complicidad y el apoyo. La soledad pura sería demasiado solitaria:
nos dejaría a merced de lo que somos y lo que tenemos, nuestras manías,
nuestras locuras. Amamos para sentir que no vivimos atrapados en nuestra piel,
para salvarnos de nosotros mismos.
INSOPORTABLES. Solo es cuestión de
tiempo para que surja la oportunidad de que la gente se nos vuelva
insoportable. Sobre todo cuando nos vemos obligados a convivir con ella y no
disponemos al menos de respiros ocasionales. ¿Por qué? Porque la convivencia
nos aprisiona en la red de los otros, no nos deja escapatoria. Esto nos resulta
descorazonador e irritante, sobre todo, a los asociales, y se incrementa con la
baja autoestima (¿tendrán conexión la una con la otra?). ¿Cómo aguantar a los
demás si ni siquiera tenemos paciencia suficiente para nosotros mismos?
VERGÜENZAS. Vergüenza benigna, que nos restaura el valor de nuestros actos y la medida de nuestras mezquindades, que nos ayuda a cobrar conciencia y corregir. Vergüenza perniciosa, que nos hace sentirnos siempre indignos, que nos impide dirigirnos hacia nuestros deseos y disfrutar de nuestras alegrías, que nos entorpece las relaciones y nos hace suspicaces y titubeantes. Vergüenza que nos espolea, frente a la que nos intimida y nos debilita.
VERGÜENZAS. Vergüenza benigna, que nos restaura el valor de nuestros actos y la medida de nuestras mezquindades, que nos ayuda a cobrar conciencia y corregir. Vergüenza perniciosa, que nos hace sentirnos siempre indignos, que nos impide dirigirnos hacia nuestros deseos y disfrutar de nuestras alegrías, que nos entorpece las relaciones y nos hace suspicaces y titubeantes. Vergüenza que nos espolea, frente a la que nos intimida y nos debilita.
PROFECÍAS AUTOCUMPLIDAS. Nuestras sutiles maneras de convertir lo peor en realidad. (Por otra
parte, no olvidar que si lo hacemos es porque hay alguna ganancia secundaria:
luego en el fondo estamos yendo en la dirección de lo que aparentemente tememos
u odiamos).
INSOPORTABLE LEVEDAD DE LA SABIDURÍA. ¡Qué injusto, qué
ridículo es mirar por encima del hombro a otros por el hecho de contar con más
conocimientos que ellos! La mayoría de los conocimientos son datos, y los datos
son la calderilla del conocimiento, el barro que aún falta modelar con las ideas.
¿Quién dijo, en todo caso, que los conocimientos sean útiles para la vida y la
felicidad? Quizá esos otros que nos parecen "poco ilustrados" podrían
darnos lecciones de eficacia, de bondad, de felicidad.
MELANCOLÍA. Cuidado con ceder a
las dulzuras de la melancolía, suele ser tramposa. Se recrea con demasiada
complacencia en la tristeza, y la tristeza no suele ser más que la contrariedad
de nuestros caprichos.
DIOSES. Los dioses ordenan nuestras jerarquías, y nos regresan a nuestra insignificancia. Son buenos compañeros de fantasía. Es un alivio saber qué es lo más importante; y un alivio aun mayor asumir que no somos nosotros, ni nuestras manías, ni nuestros miedos. En la propia insignificancia se perfila la ajena, y viceversa. No queda un rincón del universo que no sea reducido a la futilidad por la presencia de un dios, y los dioses, como argüía Epicuro, viven en su remota altura, ajena a la ridiculez del mundo humano: queda claro, por partida doble, que no hay nada que merezca nuestra preocupación, no tenemos la menor responsabilidad en el destino del universo.
DIOSES. Los dioses ordenan nuestras jerarquías, y nos regresan a nuestra insignificancia. Son buenos compañeros de fantasía. Es un alivio saber qué es lo más importante; y un alivio aun mayor asumir que no somos nosotros, ni nuestras manías, ni nuestros miedos. En la propia insignificancia se perfila la ajena, y viceversa. No queda un rincón del universo que no sea reducido a la futilidad por la presencia de un dios, y los dioses, como argüía Epicuro, viven en su remota altura, ajena a la ridiculez del mundo humano: queda claro, por partida doble, que no hay nada que merezca nuestra preocupación, no tenemos la menor responsabilidad en el destino del universo.
ABUSO DE EMPATÍA. Para el
autodestructivo, el drama ajeno es una tentación, una llamada a ensanchar el
propio dolor apropiándose del de otro. ¿Cómo no compadecerse de uno mismo, con
tanto dolor a cuestas?
PALABRERÍA. Eso le
parecerán a mucha gente estas meditaciones. Desde su punto de vista, tienen
razón. Pero si pierde el tiempo leyéndolas, el problema es suyo, no mío.
DESCUBRIR LO VALIOSO. En cada persona hay
algo que vale mucho y espera ser descubierto. Hay que mirar a la gente desde
ahí.
ERRORES. El error es un hecho
social. Sin contexto humano no hay errores, pues desaparecen los juicios. Sin
punto de referencia no hay valoración. Robinson Crusoe, mientras se mantenía a salvo de la memoria, no se equivocaba nunca.
COMPARACIÓN. Dichosos los que no
se comparan: sea porque solo se ven a sí mismos o porque se sienten
completamente a salvo de los demás.
LUCIDEZ ANTE EL ENAMORAMIENTO. Para aliviar el
delirio del amor basta con imaginar los pedregosos detalles de una vida
cotidiana en común, o lo bien que se las arreglaría el otro en nuestra
ausencia. Ese baño de realidad quizá no nos haga embelesarnos menos -el
enamoramiento es obstinado porque se cree excepcional-, pero tal vez convierta
nuestro afecto en más realista, y haga más llevaderas sus contrariedades. De todos modos, no hay garantía: cuando nos enamoramos estamos demasiado ocupados en sentir para pensar. Y quizá eso esté bien, después de todo.
OTRAS MENTIRAS. ¿Ocultar parte de la verdad es mentir? Sí, cuando sirve para deformarla.
TRAMAS FEMENINAS. Las mujeres tejen tramas afectivas muy intensas, para bien y para mal. Por eso aman y odian con más pertinacia que los hombres. Sobre todo entre ellas.
NATURALEZA Y ÉTICA. ¿Seremos éticos por naturaleza? ¿Por la misma naturaleza que nos hace crueles y sanguinarios? La misma presión evolutiva nos habría llevado a la vez en ambas direcciones. ¿Qué predomina? ¿Hasta qué punto queremos ser una cosa o la otra, y hasta qué punto podemos influir voluntariamente en ello? ¿Acaso la posible base "natural" de la ética, por más que establezca unas pautas universales, invalida su carácter de proyecto libre y voluntario, personal y basado no en instintos, sino en valores? En definitiva, y como decretaba Sartre, ¿no basta con un pequeño margen de libertad para seguir siendo responsables de la dirección de nuestra vida?
DOLOR. Lo malo no es el dolor, sino sufrir en vano. El dolor, que no buscaremos pero que vendrá, también es fuerza, y tiene sus propios dones. Pero también se encanalla: entonces no vale la pena.
TROPIEZOS. Oído a una madre diciéndoselo a su hijo: "No pasa nada por tropezar. Quien tropieza y no se cae adelanta terreno". Eso es deportividad.
OTRAS MENTIRAS. ¿Ocultar parte de la verdad es mentir? Sí, cuando sirve para deformarla.
TRAMAS FEMENINAS. Las mujeres tejen tramas afectivas muy intensas, para bien y para mal. Por eso aman y odian con más pertinacia que los hombres. Sobre todo entre ellas.
NATURALEZA Y ÉTICA. ¿Seremos éticos por naturaleza? ¿Por la misma naturaleza que nos hace crueles y sanguinarios? La misma presión evolutiva nos habría llevado a la vez en ambas direcciones. ¿Qué predomina? ¿Hasta qué punto queremos ser una cosa o la otra, y hasta qué punto podemos influir voluntariamente en ello? ¿Acaso la posible base "natural" de la ética, por más que establezca unas pautas universales, invalida su carácter de proyecto libre y voluntario, personal y basado no en instintos, sino en valores? En definitiva, y como decretaba Sartre, ¿no basta con un pequeño margen de libertad para seguir siendo responsables de la dirección de nuestra vida?
DOLOR. Lo malo no es el dolor, sino sufrir en vano. El dolor, que no buscaremos pero que vendrá, también es fuerza, y tiene sus propios dones. Pero también se encanalla: entonces no vale la pena.
TROPIEZOS. Oído a una madre diciéndoselo a su hijo: "No pasa nada por tropezar. Quien tropieza y no se cae adelanta terreno". Eso es deportividad.
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