Somos seres narrativos. Nos contamos la vida como una
historia, nos obstinamos en atribuirle argumento, confundimos las personas con
personajes…
Caemos en un cierto esquematismo: buenos y malos, cómplice y
antagonista; queremos explicarlo todo (lo que hacemos, lo que hacen los demás,
incluso lo que simplemente ocurre) como fruto de causas y propósitos. Esa
simpleza nos ayuda, al hacernos sentir que el mundo es comprensible y puede
predecirse; pero nos confunde si olvidamos que la realidad es siempre más compleja,
que en el teatro de la vida la causalidad no es lineal, que no hay luces sin
sombras (y viceversa) y que entre los extremos de una dicotomía
se tornasolan incontables matices.
Conviene ser muy prudente
con las historias que nos contamos, qué murmuramos de la vida cuando nadie escucha.
Hay quien la concibe como una aventura, o como una comedia, o como un drama.
Hay quien la pasa buscando enemigos, y siempre está luchando. Uno huye, y encuentra perseguidores. Otro se empeña en que todo es complicado,
y consigue enmarañarse. Hay quien sueña con triunfar, pero inconscientemente
tiene miedo, y fracasa. Y quien triunfa casi sin querer, porque confía en los
finales felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario