La vida es tarea, nos recuerda Ortega. La vida es
hacer, crear, componer la balada de nuestro paso por el mundo. Aunque no quede
nada, aunque todo se pierda, tenemos que decidir cuál será nuestro relato, y luego
desplegarlo con pericia, o al menos con decisión.
Si el mundo ofrece resistencia al proyecto
humano es porque la intención siempre se alza contra la inercia de las cosas. A
veces se puede aprovechar esa inercia, otras hay que contrariarla: en esa doble
habilidad consiste la astucia. Como Ulises, tenemos que conocer bien nuestras
fuerzas, saber ganarnos cómplices y contar con oponentes. Vivir es luchar, o sea,
coraje y destreza.
Hay que elegir bien los enemigos y las batallas.
Equivocar la ocasión es desperdiciar las fuerzas y no sacar partido del combate.
Se evitarán enemigos abstractos o ambiguos, demasiado grandes o demasiado
lejanos. Los desafíos quedan siempre cerca, son íntimos como nuestra sombra. No
hace falta buscarlos: los llevamos puestos, ellos nos encontrarán.
No podemos engañarnos en
eso. Cuando miramos demasiado arriba o demasiado lejos, estamos confundiendo o esquivando lo esencial. Cuando nos
precipitamos tal vez estemos huyendo.
Cuando nos angustiamos es momento de reagrupar fuerzas y meditar.
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