viernes, 3 de marzo de 2017

Elegir las batallas

La vida es tarea, nos recuerda Ortega.
La vida es hacer, crear, componer la balada de nuestro paso por el mundo. Aunque no quede nada, aunque todo se pierda, tenemos que decidir cuál será nuestro relato, y luego desplegarlo con pericia, o al menos con decisión.

Si el mundo ofrece resistencia al proyecto humano es porque la intención siempre se alza contra la inercia de las cosas. A veces se puede aprovechar esa inercia, otras hay que contrariarla: en esa doble habilidad consiste la astucia. Como Ulises, tenemos que conocer bien nuestras fuerzas, saber ganarnos cómplices y contar con oponentes. Vivir es luchar, o sea, coraje y destreza.

Hay que elegir bien los enemigos y las batallas. Equivocar la ocasión es desperdiciar las fuerzas y no sacar partido del combate. Se evitarán enemigos abstractos o ambiguos, demasiado grandes o demasiado lejanos. Los desafíos quedan siempre cerca, son íntimos como nuestra sombra. No hace falta buscarlos: los llevamos puestos, ellos nos encontrarán.

No podemos engañarnos en eso. Cuando miramos demasiado arriba o demasiado lejos, estamos confundiendo o esquivando lo esencial. Cuando nos precipitamos tal vez estemos  huyendo. Cuando nos angustiamos es momento de reagrupar fuerzas y meditar.

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