viernes, 30 de junio de 2017

Felicidad

Me da la impresión de que, para ser feliz, es mejor no empeñarse demasiado en serlo.
Tendemos a sobrevalorarlo todo, lo bueno y lo malo, y creo que la felicidad no es una excepción. 

    A lo mejor la felicidad está sucediendo ahora, mientras disfrutamos de una salud razonable, no nos falta nada básico y nuestros seres queridos están bien. A menudo sucede que nos damos cuenta de que éramos felices cuando perdemos lo que teníamos y no sabíamos valorar. Suele ser así: estamos programados para darle más relevancia a lo que nos falta que a lo que poseemos, y, complementariamente, nos acostumbramos aprisa a lo satisfactorio.

Ser feliz es una actitud mental. Epicuro ya nos lo señalaba: basta con disfrutar de lo que se tiene y no darle demasiada importancia a lo que no se tiene. Cultivar la alegría, diría tal vez Spinoza, y mantenerse entero ante la tristeza. Los psicólogos están cada día más convencidos de que la felicidad no es un estado, sino un proceso; lo que nos hace más felices no es alcanzar, sino estar en camino. Tener cubiertas las necesidades básicas nadie se preocupa de la felicidad si está pasando hambre o huyendo de la guerra, amar y sentirse amado, y contar con un proyecto al que merezca la pena entregarnos: que quede siempre algo por hacer.

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