jueves, 27 de julio de 2017

Los demás

Los demás son siempre imprescindibles y, a veces, inaguantables.
Supongo que una cosa va con la otra. Nos necesitan y los necesitamos: eso ya es un inconveniente. Implica que el encuentro es intercambio, y el intercambio es negociación. 

    En definitiva, que hay que ceder. Hay que soportar el hecho de que seamos criaturas de la carencia, y que, por consiguiente, estemos cargados de manías, temores, caprichos, obsesiones, mentiras, manipulaciones, requerimientos, rabias, contradicciones, trampas, reproches… En fin, todo lo humano.

No podemos amar todo eso, ni amarlo siempre, pero es mejor amar que soportar. Ante la vulnerabilidad humana, lo mejor es la compasión y la ternura. Al menos como (buenas) intenciones, y aunque a veces se nos acaben. Mucha paciencia. Ayuda muchísimo la empatía: ponerse en el lugar de los demás, hacernos una idea de su sufrimiento, y de hasta qué punto el suyo se parece al nuestro. Eso nos hace vislumbrar cuánto aguante, sin duda, hará falta también con nosotros. Porque si hay algo insoportable es un cascarrabias lúcido.

Lo mejor para desenvolverse con los demás es quererlos y no tomarlos demasiado en serio. Igual que con nosotros mismos. El humor ayuda, siempre que no implique arrogancia ni desprecio. Cada loco con su tema.

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