sábado, 9 de septiembre de 2017

Desengañarse

«Si vives engañado, desengañarte es una liberación», decía el monje ermitaño Basili Girbau.
Y vivimos engañados por unas ilusiones, unos temores y unas rabias aún infantiles. La vida es tan simple como un cielo azul. Pero nosotros no queremos una vida simple: preferimos llenarla con empeños y creer que son importantes. Por eso el cielo azul no nos basta.

Es hermoso que bordemos nuestra vida con sueños y aspiraciones, siempre que los consideremos meros juegos, oportunidades para medirnos y entretenernos. Imposible disfrutar de un juego que nos tomamos demasiado a pecho: los niños lo aprenden pronto.

Los deseos son adornos que le ponemos a la existencia, mientras no nos esclavizan. Un deseo angustiado es un abismo por el que se nos va la fuerza y la alegría, y demuestra que no hemos comprendido qué es realmente importante, que aún no nos hemos desengañado lo suficiente. Un deseo obcecado nos ata a la esperanza, que, como nos enseñó Spinoza, es el reverso del temor. Nos impulsa a vivir volcados fuera de nosotros mismos, en la fantasía ansiosa del futuro.

Según Girbau, tras el desengaño «se descubrirá lo negativo del engaño y quedará lo que no es engaño». ¿Y qué no es engaño? El cielo azul.

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