viernes, 23 de marzo de 2018

Relativizar

No vivimos en el mundo real, sino en un mundo imaginario que superponemos a la realidad.
Nos desenvolvemos entre fantasías, mitos y proyecciones. Vemos lo que queremos ver, o más bien lo que estamos programados para ver, la retícula mental que en su momento ayudó a la supervivencia de nuestra especie y a nosotros durante los primeros años.

Nuestras proyecciones a veces siguen siendo útiles. Atribuir maldad a quien nos dañó nos predispone a protegernos de él, del mismo modo que basta con que un alimento nos enferme una vez para que lo evitemos siempre con repugnancia. Pero ambas reacciones son desmedidas y nos preservan tanto como nos limitan: por asco perdemos determinados nutrientes, por antipatía cerramos las puertas a un posible amigo o lo juzgamos tendenciosamente.

Hay que ser capaces de relativizar nuestros prejuicios. Ese sujeto que rechazamos probablemente no sea tan malo, o no lo sería en otras circunstancias. Desde luego no lo es para sí mismo. Por objetiva que haya sido su ofensa, seguro que no le faltan razones válidas, al menos, para élNuestros vínculos son relaciones entre personajes, más que entre personas. Pero solo estas existen, y sufren, y aman.

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