No viajaré por dentro por viajar. No voy a pasearme o a reposar,
no indago bellos paisajes ni hago acopio de gratas estampas. De todo ello puede
haber, y, si las cosas se hacen bien, lo habrá seguramente. Pero la meta del
viaje es conquistar. Quiero desembarcar en la única patria verdadera.
Harán
falta lucha, caídas y nuevos impulsos, caminos infructuosos y renovados
intentos. Habrá que poner orden en la casa profunda, empezando por sus cimientos.
Componer un amor por mí mismo que me permita dirigirme con amor a los otros.
Zarpo a la singladura del héroe, del guerrero.
Tendré que andar atento para no desviarme, no
distraerme con lo accesorio. Centrarse siempre en lo esencial. No dejarse
arrastrar por la pereza, ni rendirse con su excusa a la autocompasión. Atravesar
los légamos del miedo confiando en lo mejor tras cada paso. Administrar las
propias fuerzas, las del cuerpo y las del ánimo. Es vital, en fin, confiar en
lo bueno, porque para encajar lo malo siempre habrá tiempo.
Lo que consigamos, adónde
lleguemos, es en el fondo secundario. Los sueños no están para cumplirse, sino
para sacar lo mejor de nosotros mismos en su busca. Pero este es mi barro, y
con él procuraré moldear la más bella escultura.

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