martes, 5 de marzo de 2019

Ignorancia

Confesar la propia ignorancia es de rigor para todos, pero en especial para quienes escribimos y supuestamente filosofamos.
Eso de decir que uno filosofa ya tiene unas connotaciones peligrosas, que podrían dar a entender que hace algo más que reflexionar, como hace todo el mundo, solo que se toma un tiempo para ello, y procura hacerlo con cuidado y con literatura.

A fuerza de escucharse y de leerse, uno podría pensar que sabe más o que sabe mejor. Y ya no digamos si uno ha editado algún libro y tiene un público que le sigue y que le halaga (lo cual no es mi caso, aunque tampoco me molestaría). Ni la sintaxis ni la popularidad son garantía de buen conocimiento; tampoco algunas ideas bien expresadas son necesariamente señal de sabiduría. En realidad, si es que existe, la sabiduría debe notarse más en lo que falta pesadumbre, exceso, enrevesamiento, arbitrariedad, dogmatismo… que en lo que se muestra. Nadie ha encontrado ninguna respuesta definitiva ante la vida, porque siempre está antes la premura de vivir que el lujo de pensar.

Apresurémonos, pues, a confesar ignorancia. «Solo sé que no sé nada». Mi vida continúa siendo difícil: sigo dudando, sigo sufriendo, sigo confundiéndome. Y por eso, como dijo Comte-Sponville, sigo filosofando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario