domingo, 24 de mayo de 2020

Adiós a un líder bueno

Nos han hurtado estos días la presencia de Julio Anguita
, y el mundo se vuelve de pronto diminuto y árido. Sin el referente gentil, vigoroso, tenaz de Julio, languidece el futuro y se ahueca la esperanza.

Padre y maestro mágico de la izquierda, no solo era un revulsivo para los acomodados, sino que, sobre todo, nos servía de modelo de una raza extinguida, la del político íntegro, leal a la justicia luego al pueblo; la del cimarrón fiscalizador de corruptos, la del incansable rebelde que ejemplificaba aquel elogio de Bertolt Brecht a los que luchan toda la vida.

Se nos fue un imprescindible. Se equivocó en muchas cosas, pero no en los puntos cardinales: su brújula siempre supo hacia dónde estaba el norte. Y hacia allí se encaminó obstinado, con la soledad de los lúcidos. Quizá le faltó astucia, pero en la brega incansable acertó a distinguir entre amigos y enemigos. Quizá le faltó pragmatismo, pero, como buen maestro de profesión, señaló siempre con claridad la verdad necesaria.

Se le desbordó tanto corazón, y hoy el nuestro queda entumecido. De pena y de falta. Con él corremos el peligro de olvidar nuestra conciencia, irredentos ya en manos de sicarios y oportunistas. Julio, ahora que no te veo ya no veo nada. Perdimos un buen líder, pero sobre todo un líder bueno.

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