martes, 5 de enero de 2021

Agradecimiento

El deseo enfatiza lo que nos falta y pasa por alto lo que tenemos.
La alegría consiste en darle la vuelta a esa tendencia, en llenarnos de agradecimiento y satisfacción por tantas cosas como deberíamos hacerlo.


(Y que no me vengan aquí los críticos y los justicieros, pues yo me considero uno de ellos y por eso sé que saben que estoy hablando de otra cosa. El fanatismo es no poder ver más que lo que uno quiere ver; el propósito puede verlo todo, ya que se mantiene dueño de lo que elige). 

La gratitud no está de moda. Por alguna perversión del pensamiento posmoderno, lo que recibimos, incluso cuando es gratuito ―o quizá sobre todo cuando es gratuito―, nos parece que en realidad se nos debía. Parece que el consumismo, al convertir el mundo en una inmensa ubre, nos hace retroceder también al despotismo infantil. Y a fantasías tempranas como un universo pendiente de nuestros deseos o la suerte como mero fruto de nuestros pensamientos. Pero ya somos mayorcitos y deberíamos afrontar la verdad: que al cosmos le importamos un comino, y que el único poder de nuestros pensamientos, si acaso, es cambiarnos a nosotros mismos (lo que, a veces, cambia otras cosas). Y si además cae suerte, hay que agradecerla, venga de los demás o porque, como el Big Bang, simplemente sucede.

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