martes, 26 de enero de 2021

Salvadores

El problema de los salvadores es que tienen tanta vocación, se meten tanto en su papel, que están dispuestos a salvar hasta a quien no quiera
. El rol de salvador tiene muchos atractivos.


Crea líderes ocasionales de seres insignificantes, permite a un cabecilla deshacerse de posibles rivales ―ya no digamos de potenciales enemigos―, inventa contiendas llenas de emoción para el aburrido y destinos luminosos para el desnortado. Se legitima a sí mismo en nombre de un agravio imperdonable o un bien superior ―superior a otras metas, y luego a las propias personas, es decir, trascendente―. Establece su propio código de derecho y de justicia ―del cual el salvador es a veces artífice, y siempre intérprete―. Teniendo en cuenta las ventajas que dispensa, lo raro es que no se presenten más candidatos. 

Es posible que no los haya porque, por suerte, el sentido común está más extendido de lo que parece. La mayoría de la gente, o no está para aventuras, o se cansa de ellas pronto. La mayoría de la gente ya tiene mucho trabajo pagando facturas y llegando a fin de mes, para entretenerse siguiendo a personajes desquiciados. Además, a estos pronto se les ve el plumero. Si no ofrecen algún regalo, no tardan en quedarse solos. Pero el daño que han hecho por el camino ya es irremediable. 

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