Deseamos ser libres, pero no demasiado. La libertad conlleva responsabilidad, y una libertad absoluta comportaría una responsabilidad absoluta. Además de un trabajo agotador, pues cada elección reclama reflexión e incertidumbre.
En cada decisión nos lanzamos al océano caótico de lo imprevisible, y a los amargos riesgos del error o del conflicto.
Es el «miedo a la libertad» del que nos hablaba Erich Fromm. Lo han aprovechado los tiranos de todos los tiempos: lo que se impone nos alivia de la tarea de decidir y nos permite echarle la culpa de lo que no podemos controlar. O de lo que no queremos ocuparnos, y en eso consiste la mala fe que nos reprochaba Sartre, moralmente miserable, pero que nos evita muchos problemas de autoestima.
El peso del liderazgo nos enfrenta a todas estas reticencias. El que acepta dirigir tendrá que tolerar esa presión de la toma de decisiones. Tendrá que afrontar la resistencia de las cosas y de las personas, porque todo proyecto se levanta contra el mundo. Tendrá que asumir los errores y los reproches de los descontentos. Tendrá que rendir cuentas. Por muchas complicidades que gane, en última instancia estará solo. A menudo soñará con librarse de esos grados extra de libertad.
No estoy de acuerdo. La libertad, que es un síntoma de poder y soberanía (de ser capaces de hacer algo o no), no implica responsabilidad. El concepto de responsabilidad es tan ficticio como el concepto de Zeus lanzando rayos como causa, precisamente, de los rayos.
ResponderEliminarNos inventamos el concepto de responsabilidad para culpar a alguien cuando algo no va como esperábamos o nos gustaría. Nada más.
Sin embargo en occidente llevamos siglos autoengándonos con estas mentiras etico-sociales, del mismo modo que engañamos a los niños con los reyes magos. Y ciertamente, estos engaños y mentiras tienen sus bentajs sociales, aunque también sus miserias.
Es innegable que los principios éticos no existen, en el sentido empírico. Son un invento de los seres humanos. Pero son un invento imprescindible, precisamente, para nuestra realización como humanos. En particular, para estructurar la sociabilidad, pero también, en el plano individual, para servirnos de guía en nuestros proyectos. Los principios delinean el mapa de nuestra libertad.
EliminarAsí que la responsabilidad me parece muy real en tanto que principio personal (cuando uno decide libremente imponérsela a sí mismo) y en tanto que convención (cuando el entorno se la atribuye a uno). Siguiendo tu símil, no estaríamos hablando tanto de la causa de los rayos como del modo de administrarlos, cuando nos toca hacer de Zeus en las tempestades de la vida.
Yo escribí este artículo meditando sobre la experiencia que viví al ocupar un puesto de autoridad en una institución. Fue muy interesante... y estresante. Por un lado estaba esa libertad-poder-soberanía de la que hablas: aunque la autoridad, lógicamente, estaba distribuida, en última instancia yo tomaba las decisiones, yo daba las órdenes, yo establecía los límites. Experimenté el placer de ese poder. Pero al mismo tiempo me di cuenta de que mi poder (mi libertad extra) conllevaba el precio de tener que "responder" (responsabilidad) por las consecuencias de mis decisiones. No podía desentenderme de afrontar los problemas que surgían en la institución (y que si no hubiese ejercido como autoridad no habrían sido "mis problemas") ni echar a nadie la culpa de mis errores, cuyas consecuencias afectaban a otra gente.
Sobre esa soledad del mando, ese poder cuajado de presiones (responsabilidades), quería dejar constancia, asociándolo con el "miedo a la libertad" del que habla Erich Fromm. Ahora que ya no ocupo el puesto de autoridad noto el alivio de la disminución del poder. Soy más "libre" en el sentido de que me he liberado, justamente, de la responsabilidad.
Tus intervenciones son siempre muy inspiradoras, gracias por darme opción a estos debates.