Lo de caer bien es una cosa tan relativa, tan inestable, tan superficial en verdad, que no debería quitarnos el sueño. Las personas, casi siempre, sintonizamos ―o chocamos― sin saber muy bien por qué, incluso a nuestro pesar.
Hay, contra todo pronóstico, incluso contra todo sentido, un aire, un perfume, o, como suele decirse, una química. Y de ella surgen complicidades o antipatías, rechazos o poderosas atracciones.
También podemos ganar puntos deliberadamente ―hay quien prefiere perderlos―. Algunos dominan de maravilla ese arte (conjuga inteligencia con habilidad, hábito con intuición): saben manejar bien las necesidades y las inclinaciones de los demás, ofrecer a cada cual la atención apropiada, sacar partido de los anhelos y también de las debilidades. La vida resulta más grata, y sin duda más fácil, para el que sabe caer en gracia. Pero incluso él debe contar con que se trata de algo muy voluble. ¡Si hasta con nosotros mismos tenemos días idílicos y otros en los que no nos soportamos!
Tiene suerte el que cuenta con ese don de despertar simpatías. Para el resto, ganar a los demás es un asunto arduo y a menudo frustrante. Pero, tomándola con deportividad, podemos disfrutar de la feria de los afectos. Hasta donde nos den el ánimo y las ganas.
El arte de saber tratar a los demás.... gran aventura.
ResponderEliminar¡Y fuente de bastantes dolores de cabeza!
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