martes, 3 de mayo de 2022

Ninguna queja más

Desde joven me impresionó el final de la novela Knulp, de Hermann Hesse.
El protagonista, ya viejo y enfermo, vagabundea por los caminos de regreso a su pueblo, pero en plena montaña es sorprendido por una nevada. Delirando, empieza a conversar con Dios, a quien lanza una buena sarta de lamentaciones y quejas.


Dios le hace ver que su vida no habría sido mejor de otra manera. Al fin, se recuesta en la nieve, extenuado, y cierra los ojos. «¿Así que ya no hay más lamentaciones?», escucha preguntar a Dios. «No, ninguna queja más», afirma Knulp con una sonrisa. Y se deja caer en el dulce sueño, mientras lo cubre la nevada. 

¡Ninguna queja más! ¿Podríamos pedir una conclusión mejor a nuestra vida? Pasó lo que pasó, y quién sabe qué habría podido ser mejor, y si realmente habría sido mejor. Solo tenemos una línea de tiempo, y es la que dejamos impresa con la estela de nuestros pasos. Lo demás son quimeras, ecos de esa ansia que nos relega a una perpetua insatisfacción. «Una mirada que vea ponerse el sol desde una cárcel igual que desde un palacio», es lo único que pide Schopenhauer, y nos evoca aquella historia china del reo que, la noche anterior a su ejecución, recordó que no hay más realidad que el presente y, libre ya de inquietud, se quedó dormido. 

2 comentarios:

  1. Bonito pasaje. Veo que los comentarios de antes me salieron como "anónimo".

    Hay algo que muchas veces no tenemos en cuenta: no conocemos nuestra vida, sino que nos hacemos una idea de ella a partir de nuestros recuerdos. Y es sabido hasta qué punto son limitados, falseados e interesados los recuerdos.

    Quejarse es la reacción a cierta interpretación sobre cuanto nos acontece. En esto estoy bastante de acuerdo con Epicteto y los estoicos, al menos de forma superficial y preliminar. Nuestra predisposición y nuestras expectativas ante cuanto vivimos afectan muchísimo a nuestras reacciones y afecciones al respecto.

    En este sentido, entiendo que nuestra interpretación de las cosas nos permite digerirlas de una forma u otra, mejor o peor. Interpretar cuanto vivimos es, a mi entender, el proceso metabólico de nuestro espíritu por así decirlo.

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    1. En efecto: conocer es interpretar. "Y es sabido hasta qué punto son limitados, falseados e interesados los recuerdos". Por eso tenemos que ser tan cautos con ellos (y con las convicciones a las que nos llevan), por eso tenemos que ponerlos una y otra vez en tela de juicio. Retomando otro hilo de debate, ahí cobra pleno sentido el valor de la duda. ¡Saludos!

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