sábado, 30 de abril de 2022

Elogio de la duda

Una vez le dije a una persona muy sabida que desconfiaba de quienes tienen las ideas demasiado claras
. Me replicó, con mucho fundamento, que no entendía el reproche a mostrarse convencido. A su manera el otro tenía razón, pero también yo a la mía; lo malo era que para matizar lo que yo quería decir me habrían hecho falta más palabras de las que valía la pena dedicarle a mi interlocutor. Opté por economizar.


Voy a intentarlo de nuevo: desconfío de quienes dicen tener las ideas definitivamente claras; o, mejor aún: lo que me parece sospechoso es la ausencia de dudas. Hay afirmaciones tan categóricas que suenan a decretos; aserciones que parecen arrojadas con honda. ¿Se puede ser honesto y hablar sin vacilar, al menos la mayoría de las veces? Descartes prefirió empezar dudando de todo, y así llevó sus meditaciones a territorios inéditos. 

No se trata de permitir que la duda nos paralice, sino de dejarle abierto un prudente resquicio, por convencidos que estemos. Hacerlo demuestra sensatez ―muchos conocimientos se comprueban erróneos o limitados, y todos son provisionales― y, aun más, una actitud abierta y receptiva, dispuesta a poner el rigor por encima de la afectación, la vida por encima de la idea, el diálogo por encima de la ventaja. 

4 comentarios:

  1. La duda no es ni buena ni mala a mi entender, simplemente una potencia mental tan despiatada que es capaz de sacar a relucir tesoros inimaginables, pero también de destrozar almas enteras.

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    1. ¡Hermosa manera de expresarlo! ¿Acaso no es así con todos los potenciales humanos? La duda nos saca del puerto seguro y nos lanza al mar abierto; puede conducirnos a nuevos continentes o hacernos naufragar por el camino. No queremos la duda para quedarnos en ella, sino una duda que nos impulse con su viento en las velas. Yo quería elogiar esa condición de "potencia mental" a la que te refieres, y que supongo que es la que hizo que Descartes la convirtiera en método. Un saludo.

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  2. Montaigne, con el cual creo que compartimos el goce de leerlo, decía que la filosofía es la ciencia de la duda o algo por el estilo.

    También Platón parece colocar la duda como germen del conocimiento. Más ya los griegos, como Descartes, descubrieron que dudar o negarlo todo es imposible, dado que ello nos lleva directos a una paradoja; lo que Aristóteles llamó "la paradoja del mentiroso".

    Por eso, al menos así lo entiendo yo, Sócrates apeló a esa máxima tan famoso "sólo sé que no sé nada". Es equivalente a la máxima cartesiana: dado que dudo de todo, entonces ya no puedo dudar de que dudo. Y con ello surge una primera verdad.

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    1. Montaigne practicaba un escepticismo constructivo, un escepticismo que no le llevaba a negar la verdad, sino a mantener siempre ante ella una prudencial distancia. Las preguntas valen más que las respuestas, y a veces, si son adecuadas, ni siquiera las necesitan. Quizá el conocimiento, como el Grial, solo nos pida la pregunta acertada para bendecirnos.

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