Se entiende bien que nos punce la vergüenza cuando falla nuestro comportamiento. Al fin y al cabo, esa es la función primigenia de la vergüenza: denunciar nuestras traiciones a la norma para hacernos regresar a la tribu.
Más sorprendente, y menos obvia, es la vergüenza que nos abruma por haber destacado para bien: por haber ganado un premio, por haber demostrado valía al afrontar una dificultad, por haber ganado de algún modo la admiración o el elogio.
Hay que concluir el siguiente principio, de sobras repetido: ser el centro de atención siempre conlleva riesgos. Dicho de otro modo: cuanto más arriba llega uno, más hondo puede caer. La mirada ajena nunca está exenta de juicios ni de pasiones. La gloria suele ir acompañada de aquella vieja conocida, incansable y ferozmente fiel, que es la envidia. Por ella, los elogios siempre guardan algún eco de amenaza; la admiración nos halaga, pero también nos pone en guardia.
¿Cómo no va a inquietarnos destacar? Si es por malo, podríamos ser pasto de la crítica y el reproche; si es por bueno, quedamos expuestos a la envidia y al prejuicio. Desmarcarnos del conjunto es ya de por sí una exclusión, conlleva una tensión entre nosotros y la gente. El triunfo previo acentúa el ridículo de los fracasos.
Hay la vergüenza por no haber llegado a ser nadie. Cuentan que con treinta años Julio César lloró ante la estatua de Alejandro Magno por no haber logrado ser nadie en la vida. Ignoraba por completo lo que le depararía el futuro.
ResponderEliminarLa vergüenza es un tema apasionante en el que ya llevo algún tiempo trabajando. Es el dolor de lo que supuestamente nos falta. Algo, por definición, interminable, por lo que, si no sabemos ponerle coto, puede convertirse fácilmente en una trampa. ¡Pobre César, prisionero de sus lágrimas!
ResponderEliminarAhora que releo mi texto me pregunto si el pudor por destacar es propiamente vergüenza. Me sabe más a culpa: la culpabilidad del que siente que traiciona a los demás al avanzarlos. O teme que así lo sientan ellos, y entonces podría ser miedo a la envidia. La tribu tiene mil recursos para retenernos.
Lo cierto es que esta culpa o vergüenza por destacar es muy español. Quizás en el fondo sea miedo, a fin de cuentas no hay nada más envidioso que un español y destacar en algo entre españoles es ponerte a tiro de su envidia y por eso, a veces, cuando se destaca en España no está de más ir pidiendo perdón para no ofender y encender la biliosa bilis española.
EliminarEn USA desconocen esta envídia y por eso no hay miedo en vanagloriarse del éxito propio; más bien todo lo contrario. Cada sociedad es muy peculiar.