martes, 3 de enero de 2023

Inocencia y bondad

La inocencia es la etapa que debe ser trascendida para acceder a la bondad.
Los ingenuos no son buenos: apenas son simples, lo cual tiene encanto, pero no valía.


El mérito reside en aquello que se elige y se trabaja y se sostiene a pesar de las dificultades. La bondad, para serlo, requiere obstinación, debe resultar improbable y asombrosa, ha de ganarse en tensión con la facticidad, como un vergel en el desierto. 

La inocencia sucede por sí misma: es un adorno, pero no una virtud. Hay que preguntarle al inocente qué haría si pudiera ser otra cosa: si se le ocurrieran modos de sacarle partido a la mentira, a la trampa, al perjuicio. El remordimiento aún no es bondad, puesto que no podemos evitarlo, pero puede conducirnos a ella al enseñarnos su valor, al ponernos de su parte. La verdadera bondad es una fuerza, y por tanto debe surgir del pulso con lo malo. La bondad es el principio enfrentado al interés, es la voluntad de lo mejor sobrepuesta a lo simplemente bueno. 

En la película La lista de Schindler, este convence a un oficial nazi de que el verdadero poder no reside en matar, sino en decidir no hacerlo aun pudiendo. El verdugo, impresionado, se resiste a su impulso, hasta que vuelve a ceder a la tentación de la facilidad. Ignora que, por un instante, fue bueno.

2 comentarios:

  1. Sobre el bien y el mal yo soy más simple: entiendo el "bien" como el construir algo poniéndole cariño, esmero, y paciencia. Y el mal como destrozar, romper, disgregar algo.

    Lo que ocurre es que no hay bien y mal, así separados, como si fueran dos entidades metafísicas. Para construir algo con amor y aprecio hay que destrozar y disgregar muchas cosas que no aprecias.

    De algún modo, pues, no existe realmente ni el bien ni el mal, sino como perspectivas de una misma situación. Es como exigir que una escalera sólo sea de bajada.

    Cuando analizas en este sentido la historia te das cuenta que las épocas de destrucción, guerra y problemas han sido precisamente las épocas de transformación y creación de nuevas formas sociopolíticas. Y que todo aquel que quiera construir y potenciar algo tendrá que hacer mucho mal, que él no verá como un mal, aunque a quien le perjudique sí.

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    1. Por supuesto, todo está mezclado y repleto de matices... Nada de metafísica: no hay bien y mal puros, al modo platónico, sino un esfuerzo de valores e intenciones. Una manera de dirigirse al mundo, como planteas con pulcra sencillez, que se entrecruza con otras maneras: a veces se complementan; otras, en efecto, colisionan.

      En mi rudimentaria pincelada sobre el tema solo pretendía subrayar, precisamente, esa naturaleza intencional, deliberada, y por tanto inevitablemente ardua del bien. Y distinguirla así de la inocencia, que amamos con ternura y nostalgia porque la perdimos: solo se puede ser "bueno" frente a la posibilidad de ser "malo", o sea, cuando uno ya ha sido expulsado del Paraíso.

      Se hace camino al andar.

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