Geniales tonterías

También nuestros dislates pueden tener su momento de gloria, con tal de no dejarles campar a sus anchas. Como dice un amigo, las tonterías abren la puerta a lo nuevo, que puede resultar una banalidad o una insospechada pista del genio. La creatividad, el hallazgo de lo original, nos quiere audaces para adentrarnos por sus rutas locas en busca de tesoros ocultos.

Hay toda una línea psicológica que se basa en esos experimentos del «pensamiento lateral». Con menos solemnidad, los creativos de guiones o empresas utilizan el feliz término de «lluvia de ideas» (la expresión en inglés, más audaz, habla de tormenta). Todos se basan en el mismo principio: sacar al pensamiento de sus rígidos carriles habituales y enfrentarlo a un caos donde no disponga de agarraderos y, por consiguiente, no tenga más remedio que inventarlos. Luego, claro, hay que separar el grano de la paja; con ternura y sin piedad. 

Los disparates pueden ser un ejercicio que despereza al pensamiento y le obliga a sacudir sus ramas; a veces cae un inesperado fruto maravilloso. La tribu castiga con risas y desprecios al extravagante, pero quizá en el fondo le envidie. Como dice mi amigo, a medida que envejecemos estamos menos por tonterías; eso no nos hace más sabios, sino más rígidos y desabridos. Bregar con la tontería quizá nos mantenga jóvenes.