miércoles, 19 de abril de 2023

Vivo, luego resisto

Se ha dicho mil veces y nunca son bastantes: vivir es resistir. Lo olvidamos deprisa en las buenas épocas, porque así estamos hechos: para acostumbrarnos pronto a lo bueno y perder de vista su fragilidad.


Los tiempos felices, o simplemente llevaderos, nos encandilan como un idilio. Entonces llega una contrariedad y nos sobresalta, como si fuera la primera vez, como si, de ser un poco más sensatos, no hubiésemos debido preverla. A menudo eso nos indigna, como a los niños, que patalean cuando algo les molesta, tildándolo de injusticia. Pero a la vida le tiene sin cuidado la justicia, le basta con ser lo que es; mala suerte a quien no le guste. 

Así que los problemas vendrán, porque, como decía Spinoza, somos una voluntad de medrar ―o de poder, según Nietzsche―, y eso nos destina a colisionar con otras fuerzas contrarias, a la oposición natural de la sustancia del mundo. No hay héroe sin villano que le contraríe, y por eso los aprietos, si no nos rebasan, resultan incluso estimulantes, nos hacen sentir capaces y valiosos, y los buscamos cuando no vienen solos. Lamentablemente, a veces nos ponen contra las cuerdas, y en esos casos cobra todo su sentido lo de que vivir es resistir: cuando el problema es grande, no queda otra que chapotear y contentarse con llegar a la orilla. Tras un naufragio, cada pecio es un tesoro. 

2 comentarios: