sábado, 6 de mayo de 2023

Prestigio y autoestima

El prestigio tiene muchas ventajas.
Nos reserva un lugar destacado en la tribu, acapara complicidades y buenas predisposiciones, aviva la reverencia, disipa tras su halo la arrogancia ajena y la vulnerabilidad propia.


El prestigio es un atributo decisivo, y por eso no le quitamos ojo de encima. Competimos por él: es escaso y no se concede fácilmente; la proximidad de alguien con prestigio hace más arduo ganar el nuestro. 

A todo el mundo se le confiere el mismo valor teórico, pero en la práctica es voluble. El valor general, intrínseco, sustenta la ética y el derecho, acervo común de la humanidad. El valor concreto, en cambio, es un logro individual, obtenido con el buen hacer en las relaciones, en los intercambios, en la obra personal. La valía no se da por sentada: hay que labrarla trabajando, seduciendo, demostrando. Cada cual procura merecerla a su manera y a partir de lo que mejor le sale, por don o por virtud. Puestos a hablar de inteligencias múltiples, tal vez haya una inteligencia práctica del valor. 

Pero la reputación no solo nos beneficia entre los demás; tal vez sea aún más importante por el valor que nos añade ante nosotros mismos. La autoestima es un reflejo interno de la estima ajena (para unos más que para otros, pero al cabo para todos). El prestigio público ofrece continuas razones para quererse. 

5 comentarios:

  1. El prestigio consiste en pura fachada, pero en sociedad la fachada lo es todo, y, en fin, nuestra vida transcurre en sociedad. Nos guste o no, tenemos que apañárnoslas con él; o, como se dice ahora, es una "competencia social" de primera importancia. No digo nada nuevo, los críos lo aprenden muy pronto, pero a veces filosofar también es recordarnos lo obvio.

    El cuento me ha encantado. Refleja cómo funciona nuestra atención: solo valoramos al que apaga el fuego, no a quien nos ayuda a prevenirlo. Admiramos al resolutivo y el prudente nos pasa desapercibido. Los grandes guerreros pasan a la historia, los diplomáticos que evitan las guerras son olvidados; si fuéramos sabios honraríamos más a estos que a aquellos. De nuevo predomina la fachada. Una gran lección.

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  2. Parece ser que las últimas palabras de César Augusto al morir, junto a sus amigos y esposa, fueron: "Plaudite amici, comedia finita est". Da qué pensar que un emperador diga eso.

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    1. ¡Magnífica despedida del gran teatro del mundo, si a uno le da tiempo de pronunciarla!

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  3. Me encanta leeros amigos, aportáis prestigio al blog y a mi tiempo. Jeje
    Recuerdo que cuando Johan Cruyff vino a hacerse cargo del Barça, que llevaba años fatal, y le preguntaron qué sería lo primero que haría, contestó, con su maestría habitual: "Recuperar el prestigio".
    Y la cosa funcionó.
    Estoy de acuerdo en que el prestigio refuerza la autoestima.

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  4. Genial el cuento RDC, muchas gracias, me lo quedo.

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