Esta recia divisa para los que no se resignan se la debemos, como es sabido, al gran Rilke: “¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo”.
Curiosamente, forma parte de un poema dedicado a un muchacho muerto. Los muertos ya no necesitan resistir. Pero lo necesitaron mientras estaban vivos, y en eso consiste la dignidad de vivir: en sobreponerse a los embates que nos acometen, levantándonos después de la caída.
Se ha señalado la filiación estoica de ese mensaje. En efecto, Séneca habría podido escribirlo con las mismas palabras. Sustine et abstine, soporta y renuncia. Frente al dolor, aguanta; tras la inexorable pérdida, desiste. También Buda nos aconseja algo similar: la vida es dolor, y únicamente salirle al paso y afrontar de antemano lo que perderemos ―que es todo― envolverá el desastre de entereza. Esa es, al cabo, la auténtica victoria, puesto que las otras no son más que componendas provisionales: “¿Dónde pondrá la fortuna con más seguridad las riquezas que allí donde podrá recobrarlas sin protesta del que las devuelve?”, arguye Séneca.
Sobreponerse, volver a alzarse, continuar a pesar de los pesares: ese es el triunfo. Requiere coraje, aplomo, desasimiento. Y seguramente mucho amor: por la vida, por los demás, por uno mismo.
Uno no aguanta mucho si después de levantarse un par de vece y sobreponerse no logra ninguna victoria. Con la razón, una de las estrategias para motivar a la gente es apretarlas, darles pequeñas victorias e intentar ir incrementando la dificultad-dureza. Puro conductualismo operativo. Y es muy efectivo.
ResponderEliminarEl poder de la razón, en efecto, es limitado. Además, por mucho que nos pretendamos sensatos, nuestro comportamiento es en su mayor parte irracional. Las razones sirven de poco cuando cunde el desánimo.
EliminarAsí que no basta con elegir lo bueno: hay que entrenarlo. Se ha demostrado que la indefensión se aprende; lo mismo vale para la resistencia. Una acotación muy oportuna.