martes, 1 de agosto de 2023

La revelación de la alegría

Uno de los momentos que más me conmueven
, cuando tengo la oportunidad de conocer a una persona, es la revelación de su alegría.


No hablo de la simple risa, o del instante de disfrute circunstancial; también son flases que iluminan la vida y le salpican motas de gozo compartido, pero ahora no me refiero a ellos. Aquí estoy hablando de la alegría con mayúsculas, esa ocasión en la que todo el ser está comprometido, volcado, fundido con el mundo, y parece detenerse el tiempo alrededor de la persona, y parece desvanecerse la misma persona, como un resplandor de pura existencia. 

Vivir merece la pena, cuando menos, por esos instantes de gozo en estado puro, de disfrute absoluto que redime de todos los males. Jugando con un hijo, pintando un cuadro, escalando una roca, componiendo un ramo de flores en un jarrón. No hay más que mirar la expresión de quien lo experimenta: ninguna sombra, ningún rasgo contraído, ningún esfuerzo. La persona se ausentó de sí misma, de ese amasijo de recuerdos y esperanzas, de reveses y temores que creemos ser, y se ha sumido en «esto», aquí y ahora, Tat twam asi. Esa alegría nos deslumbra a quienes la contemplamos. Es lo que busca la meditación y lo que confío en que nos inunde en el momento de la muerte. 

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