martes, 24 de octubre de 2023

Ingenuos

¿Por qué se desdeña la ingenuidad? Quizá sugiera una desmañada forma de ignorancia
: por algo, cuando se habla del ingenuo, se dice que «no ha salido del cascarón», o «no sabe lo que vale un peine».

El ingenuo no se entera de muchas cosas, o las entiende mal. Le falta perspicacia o no ha madurado, no ha aprovechado la escuela del tiempo para aprender; por eso ve el mundo a través de una lente de simplismo incapaz de captar los múltiples detalles de la complejidad. El ingenuo percibe los trazos gruesos de las cosas, su impresión primera y rudimentaria, no llega a intuir el calidoscopio de matices, a menudo ocultos y bribones, que tiene la verdad. 

Esta simpleza del ingenuo, como toda ignorancia, es también una debilidad. Una desventaja. El ingenuo se convierte fácilmente en incauto, es decir, susceptible al engaño deliberado. Pero, aunque nadie pretenda embaucarle, el ingenuo se engaña a sí mismo. Hay mucho que se le escapa o que no ve venir, mucho que no comprende o comprende mal. 

La ingenuidad es propia de los niños y los cándidos, y en ellos nos parece conmovedora e incita nuestra protección. Pero en un igual resulta patética e irritante. También sospechosa: los timadores se disfrazan de ingenuidad para aprovecharse de las nuestras.

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