martes, 21 de noviembre de 2023

Apasionamiento

Solo vale la pena aquello a lo que nos entregamos
, aquello en lo que estamos plenamente presentes; aquello a lo que dedicamos nuestro afán.

La propia vida no vale nada en sí misma, como cantaba Pablo Milanés; es solo una mota efímera arrastrada por el vendaval del tiempo, pero, parafraseando a Quevedo, ¿quién le robará el fulgor al «polvo enamorado»? 
 
El trabajo obligado, monótono, alienado, rezuma triste y opaco. Pero cuando hacemos que sea «una flauta a través de cuyo corazón el murmullo de las horas se convierte en melodía», como escribe Kahlil Gibran, la ocupación más insulsa se impregna de sentido. En eso consiste el valor de las cosas: en lo que hacemos salir de nosotros para ponerlo en ellas. Cuando hay pasión, nada es en vano. 

Claro que también el entusiasmo requiere sus sigilos y sus equilibrios. Disfrutamos al darlo todo, pero hay que elegir a quién o a qué se lo damos, y adónde irá a parar. Un sacrificio es baladí cuando se rinde a algo trivial; es fútil cuando su fuerza será derrochada; es despreciable cuando hace daño. El fanático está lleno de arrebato, pero también de ignorancia; la pasión del psicópata es perversa. No vale cualquier apasionamiento; pero nada vale sin él.

4 comentarios:

  1. El apasionamiento es la famosa embriaguez... ese sentimiento dionisíaco que supera la serenidad mecánica de la objetividad apolínea, tan fría y neutra ella.

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    1. Y lo humano, demasiado humano, está hecho de la tensión entre ambos.

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  2. Aunque bien mirado, siempre hay algo de embriaguez en esa fría mirada objetiva y neutra que percibe la realidad como algo hecho de sí mismo. Todas las mentes racionales parecen perseguir tal estado emocional sutil y excepcional

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