La voluntad se ejerce contra la facticidad, la intención se manifiesta como in-tensión. Actuar desde el criterio empieza por contener: somos un hervidero de impulsos que brotan para arrojarse sobre el mundo; hay que modelarlos desde la determinación. Así es como, paradójicamente, la obra de la libertad se nutre tanto de los designios como de las represiones..
Y en eso consiste aprender: en afinar un coto inteligente a las energías irradiadas. Es decir: controlar. El control es una tarea constante, minuciosa, de tesón y destreza. Demasiadas fuerzas en liza, demasiado magmáticas, siempre conflictivas. Buena parte de cada cual no solo sucede al margen de la conciencia, sino que quiere seguir haciéndolo, tal vez incluso queramos que siga haciéndolo.
Pero el propósito y el intercambio nos exigen controlar. No podemos entablar una pelea cada vez que nos ofendemos, ni decir todo lo que pensamos, ni acaparar todo lo que deseamos. Porque no nos conviene, porque ponderamos las implicaciones y podemos prever la larga deuda del placer inmediato. Los demás nos imponen sus límites; nuestro proyecto también: proyectar consiste en dirimir de qué parte de nosotros estamos. Crear es un forzar para forjar.
La gente, en general, no quiere ser libre, sino no tener problemas, gozar un poco y vivir bien.
ResponderEliminarCreo que me apuntaría a un escenario tan idílico, con ecos del epicúreo Beatus ille... Lo cierto es que los problemas vienen solos, el goce es efímero y siempre queremos más. Cuando la lucha no sale de dentro, nos viene a buscar desde fuera. El problema es que se nos escape de las manos...
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