sábado, 30 de diciembre de 2023

Hacer limpieza

Aprender es, en buena parte, desaprender: deshacernos de los malos hábitos para trocarlos por otros mejores. Aprender es convertir lo favorable en costumbre para que desplace la mala costumbre de lo fácil.
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Aristóteles ya lo decía: todo es cuestión de hábitos, de erosionar el vicio a fuerza de virtud, y eso requiere la obstinación de llevarle la contraria a aquel hasta que esta se consolide como lo natural. 

Así pues, el esfuerzo que cuenta es esa tarea de remodelación de lo inadecuado, y en ello consiste la ética. Si avanzamos en ser lo que hemos decidido ser, es porque somos capaces de desechar buena parte de lo que éramos: la creación se fundamenta en descartar insistentemente. Puesto que todo no es posible, hay que cultivar lo mejor: arrancar la mala hierba para que crezca la cosecha, prescindir de lo inútil para hacer sitio a lo nuevo. La propia memoria es de entrada olvido: para recordar lo relevante hay que borrar lo trivial. 

La alegría es lo que queda cuando renunciamos al dolor que nos infligimos tratando de evitar el dolor. La alegría es esa brisa fresca que notamos en la cara cuando dejamos de lamentarnos y compadecernos, es decir, cuando no nos miramos tan obcecadamente el ombligo y, levantando la cabeza, optamos por decir sí.

3 comentarios:

  1. Confieso que raramente se me ocurriría escribir esto: "La alegría es lo que queda cuando renunciamos al dolor que nos infligimos tratando de evitar el dolor."

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    1. Perdón si la expresión resulta un tanto confusa, aunque el fenómeno al que alude es de la mayor importancia.

      Creo que ya Freud definió la neurosis como un dolor que nos infligimos para no afrontar otros sufrimientos que se nos antojan insoportables. Sin caer en la cuenta, añado yo, de que ese dolor autoinfligido se convierte entonces en nuestro principal problema, que llega a ser mucho mayor (por ser compulsivo e imaginario) que el que nos provocaría la mera exposición al problema temido. Nietzsche ya señalaba la gran liberación que implica asumir el dolor como parte natural de la vida.

      Un ejemplo tosco sería el sufrimiento de miedo obsesivo que nos causa la perspectiva de una situación temida (por ejemplo, un acontecimiento de gran responsabilidad o que sentimos que no controlamos lo suficiente); miedo que puede quitarnos el sueño, puede provocarnos una enorme ansiedad, irritabilidad, etc., y que suele desaparecer en cuanto afrontamos el acontecimiento. Es típico que, una vez ha sucedido la temida vivencia, exclamemos aquello de "¡No era para tanto!"

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  2. Sí, es cierto que la risa, no pocas veces, es la liberación de una tensión o violencia interior. Y también es cierto que n hemos superado algo hasta no somos capaces de reírnos de eso... o de olvidarlo sin más. Pero eso que has puesto de la alegría... me ha parecido muy extraño. Nada más.

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