viernes, 15 de noviembre de 2024

Amor e intercambio

Ser amado es ser requerido, y el que se abre al amor debe consentir sus solicitudes.
Todo acercamiento es un contrato que se rehace permanentemente, a veces trivial como una promesa embustera, otras puntilloso como un armisticio.  


Hay que reírse de él (de su dudosa garantía), y hay que tomarlo en serio (porque son serios nuestros deseos). La satisfacción nunca puede ser total, las alegrías vienen con penas escondidas; pero el escrúpulo ahoga el amor: nos convierte en extraños y quizá en enemigos. 

No se puede exigir cuando se pide, pero hay que dejar claro qué nos falta. Hasta el manantial desiste de dar si no recibe. La mera complicidad dura poco, o va y viene: no podemos basar en ella ninguna alianza a largo plazo. Más tarde o más temprano, se nos pasarán cuentas, alguien preguntará por lo que falta y sopesará lo que vale la pena. 

Así que el amor siempre empieza y acaba poniéndonos contra las cuerdas. Más vale llegar a su tribunal habiendo entregado mucho, pero sin que el alma se haya quedado vacía. El amor es un sentimiento divino que se alimenta de provisiones muy mundanas. Nadie ama si no come, nadie es amado si no da de comer. El equilibrio entre dar y recibir es siempre frágil y provisional: por eso el amor también lo es. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario