viernes, 31 de octubre de 2025

Limpiar los establos

Entre los famosos doce trabajos encomendados a Hércules por el rey Euristeo,
el menos lucido y a la vez más intrigante fue adecentar los establos de Augías. 

El ganado de este monarca, protegido por los dioses, nunca enfermaba ni era víctima de fieras; los robustos toros de Augías se repantigaban entre las montañas de sus propios excrementos, dentro de unas cuadras que jamás habían sido aligeradas. Hércules lo hizo en un día. 

Una orden tan impropia para un héroe tiende a interpretarse como la voluntad de ridiculizarle. Nos cuesta imaginar al portentoso cazador del León de Nemea acarreando toneladas de estiércol. ¿De dónde sacaría luego la dignidad que lo convertiría en divino? 

Sin embargo, y aunque Euristeo no le profesara mucha simpatía al musculoso semidiós, uno puede imaginar que formara parte de su voluntad —no hay que olvidar que los trabajos eran a la vez una penitencia y una ardua metamorfosis hacia el triunfo— instruir al héroe en una valiosa lección: que no hay grandeza sin humildad, que no hay perfeccionamiento sin darle un buen baldeo a lo más inmundo. 

En el esfuerzo por mejorar, todos tenemos nuestros establos de Augías, y hemos de arremangarnos en esos recintos donde apartamos nuestra basura, porque la mugre sigue ahí, y para prosperar hay que limpiarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario