sábado, 8 de noviembre de 2025

Ignavi

En la antesala del Infierno, sin poder escapar ni entrar en él, sitúa Dante a los
ignavi, los que no tomaron partido.   

Reacios a comprometerse con el bien o el mal, su castigo es verse privados de una muerte que anhelarían, ya que no pueden disfrutar de la vida, y correr tras un estandarte sin enseña, huyendo de un enjambre de avispas. El poeta los desprecia profundamente: «Ya no tiene memoria el mundo de ellos, compasión y justicia les desdeña; de ellos no hablemos, sino mira y pasa». 

Vivir reclama definirse, optar por un rumbo y navegarlo contra viento y marea. Responsable es el que responde. No podemos desentendernos frente a la perfidia: transigir es ser su cómplice. Ante la maldad no cabe permanecer tibio, ni pusilánime, ni oportunista. 

Y, sin embargo, todos, alguna vez, hemos procurado escabullirnos de ese compromiso, al menos ante los otros. Todos hemos callado, todos hemos negado más de tres veces antes de que cantara el gallo, con tal de no quedar expuestos al ostracismo o a la persecución. 

Tenemos que reconocer que a menudo no resultamos precisamente admirables. Pero la vida es agreste y nosotros débiles: a veces lo urgente no es vivir, sino sobrevivir. Todos hemos sido ignavi, y lo hemos pagado con el aguijón de la vergüenza. Pero incluso en la antesala del infierno, aún podemos optar por el valor. 

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