martes, 4 de noviembre de 2025

Sueños

Me sueño caminando muy a gusto por la montaña, cuando de pronto
el sendero se inclina hacia un hondo precipicio a mi derecha.  

Descubro, aterrado, que me he salido del camino y estoy a punto de despeñarme, pero no puedo parar. Hago un esfuerzo deliberado por calmarme, y, agarrándome a las matas, voy subiendo hasta llegar de nuevo a la trocha perdida. 

Los sueños son un enigma que tenazmente se escabulle de la ciencia. Desde antiguo se les supone un significado simbólico relacionado con la propia vida, la cual recrean, glosan o incluso vaticinan. Su experiencia vívida y misteriosa, cargada siempre de emoción, los imbuye de algo mágico o divino. Desde Freud y Jung se han hecho muchos esfuerzos por interpretarlos con rigor, siempre en vano, puesto que consisten en experiencias insalvablemente íntimas, ambiguas, vaporosas. 

Al final estamos solos con nuestros sueños, aún más de lo que lo estamos con el resto de nuestras vivencias. Podemos pensar en ellos, jugar con sus impactantes imágenes, saborear sus posos emotivos; podemos intentar atribuirles algún mensaje, pero nunca sacaremos ninguna conclusión definitiva. Mi sueño del camino, ¿revela un peligro, esboza un temor, o es solo un pasatiempo de mi mente? Por si acaso, estos días recorro más atento mis senderos. 

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